domingo, 7 de enero de 2007

ANGELES Y PREDICADORES

Nadie te preguntó si querías leer estas palabras. Sin embargo, estás aquí. Ángeles y Predicadores es, como toda historia, el borrador del algunas vidas. Retrata, tal vez, un Santiago de Chile que caminamos sin mirar. Una generaciín que fue la mìa, que hasta ayer era Joven, y que hoy tampoco tiene respuestas.

Ángeles y Predicadores quiere ser un espejo que refleje la manera como yo viví los extraños (extrañísimos) 90's ...

Esa manera que sólo existe cuando se tiene... sed de veinte años... y pocas pelas... y el alma... sin medias suelas...

Les invito a dar un ojo... en cualquier orden, las historias de Ana, Martìn, esteban, Magda.... Jorge.... se van contando unas a otras... como muñequitas rusas...

Un abrazo

Julián

viernes, 5 de enero de 2007

Capítulo XI


XI

Se fue?

Si.

¿Todo bien?

Todo bien.

Entiendes que no te haya acompañado ¿No es cierto?.

Pedro mira a Magdalena y ella sabe que entiende.

Va a estar bien, creo que era lo mejor, además al viejo le habría gustado.

Sí mi amor. El tío abría puesto cara de ogro y lo abría palmoteado ...

“Cuando yo tenía tu edad la única alternativa para uno era quedarse aquí, pero para ti no hijo. Hay que aprovechar las ventajas de los cambios”.

La Magda remeda al papá de Esteban y se acerca al Bar.

Un Whisky?

Si, me va a hacer bien.

Puta, lo siento Magda, pero aunque se que debería estar contento por este huevón, ya lo hecho de menos.

Lo sé mi amor.

Es tan raro ¿no? Por un tiempo largo pensé que Esteban me hacía mal, que seguíamos amigos como por vicio, que éramos tan distintos y ...

Dame un beso.

Claro.

¿Fueron Gabriel y la Rosario?

No, fue Gabriel y Martín con Ana.

¿Fueron?

Si

Que bueno.

Si, que bueno. Esteban estaba emocionado.

Es un buen hombre.

Lo se Magda. Los dos lo sabemos.

¿Escuchas al viejo de afuera?

Si, ¡no se cansa a ninguna hora!

Es increíble.

Si....

Abrázame Pedro.....

Ven...

¿Sigue hablando?

Si, escucha ...

“ .... Oid lo que os digo, cereaturas, sois como Él os ha creado y sois perfectos, Oidme, no hay lugar para lágrimas. Lo habéis comprendido tan tarde, pero sois vosotros mismos los mensajeros. Los que son y han sido desde el principio....”.

Capítulo X


X

El sabor de las frutas es el que me pone así, no me hagas caso, es como si me estuviera arrancando o algo. No lo se, hasta ahora había pensado que no, que en el fondo todo esto era como un segundo y que después todo podía seguir igual pero que le voy a hacer. No amiga, nada de eso, soy yo la tonta que no sabe decir las cosas bien. Sabes, a veces hasta creo que no se sentir las cosas bien. Por ejemplo con Martín, a veces trato de que el sienta que soy suya pero al tiro me arrepiento, me siento como asfixiada en mi misma. Que se yo, si no es tan fácil, lo mío no es lo que tu crees, no es que juegue con él o con nadie, es que simplemente no me encuentro yo, eso no más.

No se Ana, la verdad es que no nos conocemos tanto pero, cresta, no se muy bien como explicarlo, siento que aunque se que no lo haces de adrede les haces daño, te haces daño, que se yo, no se, contigo me pasa que se me va hasta mi lealtad de genero. Yo siempre creo que son los hombres los que de tontos o cobardes o inmaduros juegan con nosotras y claro, unas las tontas por no salir sin pan ni pedazo nos quedamos ahí en el juego tratando de no perderlo todo, y sabes, a veces funciona, por ejemplo con Pedro, siento que si bien no lo tengo como una entidad completa para mi, he logrado que se abra, que juegue limpio en serio, y eso hace que nuestra relación nos haga bien a ambos, pero entonces te veo a ti, que siempre estas por encima de eso, que pareciera que no te tocan las cosas, que ni siquiera te rozan.

No, Magda, te juro que estas equivocada, si lo mío no es eso. Osea, como tu lo planteas me suena casi a una virtud, pero para nada, lo paso pésimo también porque a veces creo que simplemente no soy capaz de sentir cosas, como explicarlo, más grandes, más fuertes. Sabes que si hay alguien a quien envidio es a la Rosario. No te rías, es cierto. No, no exagero, ojalá exagerara, pero a veces la miro y pienso lo fácil que parece resultarle la vida. Nadie tiene más expectativas sobre ellas de lo que está dispuesta a cumplir y no es que yo no sepa, o al menos intuya que la Rosario es más complicada de lo que aparenta, el loquera igual que tu ¿no?. Osea si es obvio que por dentro le pasan otras cosas, pero su papel le sale tan fácil, tan fácil. La Magda se queda pensativa, y sonríe. Quizá tengas razón, al menos la Rosario no trata de vivir otra vida, viva la suya y punto.

Yo me voy a tomar otro pisco sour, ¿quieres uno?. Ana asiente despacio. La Magda mira a la otra mujer y trata de entender en que lugar puede situarla. Sabe que no son precisamente amigas pero... hay algo en ella que la hace confiar de manera instintiva. Ana parece incapaz de mentir, la caga a cada rato, deja unas escobas de cuento pero, que se yo, lo hace con tal ingenuidad que parece imposible culparla. Ana está como ida, no dice una sola palabra y sus ojos parecen perdidos en el techo de bar.

Vamos a bailar después. La Magda también se había distraído y la propuesta la agarra de improviso. Que hora es? Las 11, sabís que más, sí, vamos a bailar las dos solas, nada de hombres por un rato. La Magda levanta la copa y las dos mujeres brindan haciendo sonar los vidrios. (Las dos ahí sentadas forman un cuadro hermoso, parecen dos amigas del alma, nadie diría que se juntaron para aclarar mutuas y repetidas infidelidades, de parte de Ana, claro...).

Las mujeres salen del lugar muertas de la risa y agotadas. UFFF, la cagó Anita, la cago, te juro que no pensé que lo pudiera pasar tan, tan bien. Estai loco? La Magda enfrenta a un tipo que insiste en obtener su teléfono. Oye compadre, sabís que más, este mundo no está tan cagado por el consumismo, por la droga, por la tontera. Sabís que es lo peor que existe ... los desubicados. El tipo mira a Magdalena humillado pero hace su último intento. Sabís, no se cual es tu tollo cabrita pero yo simplemente lo intenté, nada más. Si bien, bien, o sino, no se, tal vez no era.

Ana que escucha desde un metro más allá estalla en una carcajada. No estoy en el mundo para cumplir con tus expectativas/ no estás en el mundo para cumplir con las mías/ si nos encontramos .... Oye, perdón, cual es tu nombre? Ana le habla al joven con su calma habitual. Felipe... titubea. Osea, haber Felipe, primero la Gestald está pasadita de moda, segundo, la flaca es loquera titulá, osea, creo que esta vez te quedó corto el cuarto año de psicología en La República. El tipo palidece .. de donde me conoces tu ... Ni de pelea de perros, responde Ana. Hay cosas un poquito obvias no más lindo. La Magda se agarra la guata de la risa. No podís ser tan cruel Ana, el pobre quedó traumatizado. No te conocía esa veta irónica. Yo tampoco se ríe Ana. Pero lo ubicabas de alguna parte ¿o no?. Si, fue alumno de mi mamá y una vez fue a dejar un trabajo sobre la gestald a mi casa. Mi vieja le puso un 4 por el esfuerzo, tu cachai.

Las mujeres se meten al auto de la Magda y se siguen riendo por mucho rato. Sabís que no tenía mala pinta el pendejo. A veces me gustaría ser hombre para poder “agarrarme” a un huevón sólo porque está rico. Me agarré a un pendejo de 20 años ... Pero claro, en ese caso la historia sería ... a la Magda se la tiró un pendejo de 20 años. Que huevá, ¿no? Pero si estuviera soltera ... tampoco, ni cagando, que le voy a hacer, no soy así no más.

Magdalena mira el cielo. Puta, que no me escuche la Maquita, si nunca hay que escupir al cielo, pero... bueno, ese es un caso tan, tan distinto.

Ana se queda pensando y deja de reírse. Yo no se, creo que nunca puedo saber muy bien con quien me metería y con quien no. Depende de tantas cosas.

Capítulo IX

IX

En esta ciudad de mierda casi no quedan rincones. Los espacios se han ido abriendo poco a poco. Puede que eso tenga que ver con las construcciones en altura. Si, puede que haya relación, porque no me imagino refugiada en el ángulo que forman dos torres de 40 pisos a la vuelta de un “O boun Pain”.

La perdida de los rincones de Santiago me deprimió por años, pero con el tiempo he logrado irme salvando con simulaciones, total, las mujeres simulamos tantas cosas. Por ejemplo, a veces me salva inventarme los rincones. Trato de pensar en un pequeño espacio dentro de mí e irme perdiendo en él hasta quedar completamente quieta, sin que la ciudad o las calles o los miles de hoyos que las cruzan puedan impedirme estar en calma.

Un minuto es un minuto. Pero es raro, un minuto también puede ser un tiempo largo. Imaginemos: el ser amado, en sólo un minuto, te desahucia de los márgenes de su vida posible (sic). Un minuto... tal vez menos... Claro, una queda cagada por otros muchos, muchos minutos, pero eso ya no es el tema.

Por eso dentro de mis rincones no hay minutos, esa es la gracia. Todo pasa al mismo tiempo y por lo tanto no pasa nada. El tiempo es en definitiva movimiento y cambio. Pero en mis rincones no hay cambio, y un minuto es un minuto, sin que importe. La tierra tampoco encuentra espacios en alguno de mis rincones. La dejo afuera, como al margen, y no me dan ganas de treparla. Me siento en el rincón más perdido de mí y espero sin que haya constantes. Todo podría pasar aquí adentro, y por lo mismo sé que no va a pasar nada. Cuando el cambio no importa, pasa de largo, voluntariamente, sin necesidad de concesiones o apuestas.

A la vuelta de la casa de Jorge, en cambio, todavía queda un rincón real que a veces contemplo. Lo descubrí por casualidad un día tarde. Nos habíamos peleado y yo decidí irme a la casa en Taxi, pero a esa hora, un día lunes, no habían ni taxis en las calles, así que empecé a caminar despacio mirando tal vez por primera vez lo hermosas que son las construcciones del centro viejo. Llevaba caminado un espacio corto, no más de dos cuadras y de repente, detrás de una vuelta de calle lo vi. Quieto, estático, como si de algún modo fuera una versión material de uno de los rincones míos, de los internos. Ahora, incluso después de mi ruptura con Jorge, a veces paso por ahí sólo para verlo. Me gusta sentir esa sensación de cercanía tan fuerte, con algo tan, tan ajeno. Mi rincón es un cité, uno de verdad, plantado en mitad de una calle y en silencio. No hay como el conventilleo silencioso, pienso y me río. Es saber que nada de ese lugar ha variado mucho con el tiempo y que en él un minuto también (y tampoco) es un minuto.

Claro, los inquilinos cambian, son otros, y también otros los viejos y las viejas, pero en el lugar todos calzan ahora como antes. Aún debe haber un señor González, tatarachornonieto de otro señor González del que nadie se acuerda, que es sólo un retrato con camisa blanca y chaqueta raída de ir a misa, puesto con un orgullo inexplicable, en la mesa del living. Me gusta imaginar a señores González. Sus historias son tan simples que una se podría tentar a pensar que cada una es igual a la otra. Pero entonces ¿por qué hay tantos señores González? ¿Eso indica que cada historia vale la pena de ser vivida? De eso estoy segura. Hay pequeños espacios de cada hombre y de cada mujer que son los más fértiles huertos de humanidad, las más terribles fuentes de miedo, de simpatías, de amistades claras u oscuras.

Cada ser tiene sus rincones, aunque algunos sean menos compulsivos que yo, al momento de sacarlos de los terrenos neutrales y amarrarlos a la realidad de cada día.

Aquí no pasa nada, y me voy moviendo entre las palabras para saber (o incluso ya sabiendo) que al terminar no habré avanzado un solo paso. Desde este ángulo del rincón a ese otro más lejos hay exactamente 23,5 metros de nada. Recorrer esa distancia, o no hacerlo en absoluto da lo mismo. El problema, claro, está en los relativos, porque de otra manera ni siquiera habría imaginado la existencia de esos márgenes que delimitan el rincón y una cosa es que no pase nada y otra distinta es que aquello que pasa pierda el sentido. (Aunque esto último es una incoherencia que niego en secreto.

¡Macarena!, ¡Macarenita! Otra vez en la luna. La voz de mi papá se escucha todavía, a veces llega hasta aquí y no sé como sacármelo de encima. Si hubiera supercarreteras dentro de mi rincón podría tratar de perderlo en una curva peligrosa, pero lo dudo, el viejo maneja mejor que yo y seguro andaría en un auto más grande. ¿Que mierda no?

La calle me despertó del transe con un semáforo en rojo, 3 bocinazos y un insulto merecido.

Mi cuerpo se desplaza por la tierra dura. Los aterrizajes siempre me han hecho mal, no consigo acostumbrarme tan rápido a los cambios bruscos y comienzo a sentir como los dedos de los pies me duelen al caminar por el cemento dibujado.

¿Será tarde también para mí? No recuerdo las últimas palabras de ese huevón, no me importan. Lo vi en sus ojos antes de que me dijera cualquier idiotez, de esas que antes me habrían parecido insultantes y que ahora encuentro patéticas.

Bajo mis pies hay un cuesco de durazno. Un cuesco de durazno para patear es mi premio del día. ¿Qué mierda hace un cuesco de durazno en esta calle tan limpia? Puta, esperar que lo patee, nada más. Ahí va el cuesco de durazno... Strike One! Puta, no puedo fallarle a un cuesco de durazno, aunque ande con tacos... aquí va, levantar un poco la pollera para no enredarme y de nuevo... chusa. Directo a... a cualquier parte, esa es la gracia.

Nadie sabrá jamás que pateé ese cuesco de durazno, que fue mi premio del día. Pero ahí está, a 20 metros y me mira desafiante. Yo lo miro tentada pero ¡no!, dos patadas a un cuesco de durazno sería una exageración, perdería el sentido único que logré darle a pesar del primer intento frustrado. Alguien más tiene derecho a encontrárselo y darle su propia patada. Hoy ando con el sentido social desarrollado.

Mi consulta. Mi secretaria (compartida entre cuatro, claro), mi entrada al trabajo y... y yo que quiero correr a perderme y llorar como tonta y decirle a alguna amiga que todos los hombres son una mierda y que no valen la pena y que es mejor estar sola y....

.... puta, obvio que estoy pa’ la cagá, y que quiero que el pendejo de Jorge se muera, que se vaya a la mierda con todos sus espacios y su libertad y su tiempo para saber que es lo que pasa con él mismo. Quiero que de repente se de vuelta en la cama y se encuentre durmiendo con su espacio de vida propia y que abra los ojos y trate de buscarme entre las sábanas y toque unas migas de galletas que no lo dejen dormir más y que trate de correrse una paja pensando en las tetas de una mina en el último bar y que cuando esté a punto de llegar se encuentre con mi cara, con mi cuerpo en su memoria y se desconcentre y cague y se desvele...

A ver... paciente nuevo, puta, no me anotaron los datos... ¿De que cresta le voy a hablar a este pendejo? ... Está ahí con esos ojos de inocencia que me condenan. Primera cesión, esto siempre es raro, yo me pongo más nerviosa que el pobre infeliz que me mira con curiosidad. Algunos colegas más viejos me han dicho que llega un momento en que uno puede hacer esto casi de cualquier ánimo. Que se vuelve un trabajo como otro, pero yo veo tan, tan lejos algo así, que empiezo a pensar que cualquier día de estos voy a amanecer amarrada a una soga y colgando de un puente, porque a la señora Pérez la dejó el marido por una secretaria de 25 que se parece a mí.

Pero bueno, por ahora este cabrito no tiene culpa de nada... vamos a ver que le pasa.

Hola, soy Macarena y tu debes ser... miro mi agenda y el chico me interrumpe... Emilio, me llamo Emilio Lira.

Hola Emilio. Bueno, como estás, cuéntame, ¿por quisiste venir a verme?

Porque usted está en la lista de la Isapre y le cuesta más barato a mis viejos.

Cresta, pienso, o este cabrito me está tratando de subir al columpio desde el primer día o yo tengo que reformular mis preguntas para que estén más de acuerdo a la época, “On - Off”, “Prendido y Apagado”

Perfecto Emilio, le digo con una sonrisa lo más irónica posible, entonces porque quisiste venir al Psicólogo.

La verdad yo no quise, mis padres quisieron que viniera.

Yaaaa, puta, justo hoy día un pendejo autista, y tengo otro paciente a las 6, si no hay caso.

¿Y por qué creen tus padres que te va a hacer bien ver aun psicólogo?

Porque según ellos no me integro, porque les hablo cada vez menos, porque no salgo con gente de mi edad.

Puta, menos mal, el pendejo no era autista sino simplemente un riguroso conceptual.

Que edad tienes Emilio.

Cumplí 22 en Agosto.

Emilio parece de más edad, pero tengo la intuición que eso es justamente parte de su rollo. Este gallo parece estar eternamente desfasado de época, con una formalidad absurda que no le impide ser maleducado, no sé, me pone un poco nerviosa.

¿Y que haces?, ¿Estudias no?

Estoy terminando mi doctorado en Filosía, estoy escribiendo la tésis y hago clases en la Universidad.

El cabro dispara las palabras en un tono neutral, ni siquiera hay arrogancia en decir esa huevá, como si simplemente estuviera contestando un cuestionario.

Te has apurado un poquito Emilio. ¿Saliste muy chico del Colegio?
En realidad salí a los once, en Alemania y estudié psicología, termine esa carrera allá pero después mis viejos se vinieron y la verdad es que tenía necesidad de seguir estudiando. No me sentía ni por mucho preparado para una vida “adulta”.

Cresta... Cresta y recresta, lo único que me podía faltar era un geniecito, pa’ eso si que no creo estar preparada. O sea y que pa’ colmo el pendejo sea psicólogo. No, puta eso es demasiado para mí.

Entonces somos colegas.

Yo no diría eso, la verdad es que mi paso por la psicología no fue el más provechoso, además, bueno, la clínica nunca estuvo dentro de mis expectativas.

Puta el pendejo de mierda, puta madre que mierda voy a hacer con este tipo. Me mira y es como si me quedara muda, como si no tuviera fuerzas para andar jugandole gallitos intelectuales. Y no es que diga nada muy brillante, si son sus ojos, ahí atrás parece haber un mundo totalmente aparte que me aterra y que me da una curiosidad increíble. Dice las cosas con una naturalidad que me parece mucho más pedante. Psicólogo y doctor en Filosofía a los 22, y me mira como si yo fuera una tarada que lo está jodiendo. Y claro, quien te dice que en realidad no soy más que una tarada que lo está jorobando. Tiene unas manos enormes, increíbles, y las mueve como si fueran...

Ya, o sea que viviste en Alemania de niño. ¿Cuantos años?

17, llegué a los 4 meses allá.

Y, cuéntame Emilio, ¿en Alemania también tenías estos problemas?

¿Cuales problemas? Creo que le explique que la idea de tener problemas no es mía sino de mis padres. Si yo pensara que tengo problemas habría intentado hacer algo, es decir, creo que sí tengo algunos, como todo el mundo, pero de una naturaleza práctica muy distinta a la que podría imaginar mi mamá o usted misma.

No me prejuzgues Emilio, por favor, porque o si no esto no tiene mucho sentido, tu deberías entenderlo, al menos en teoría, le digo con una sonrisa.

Discúlpeme, no es que la esté prejuzgando, es sólo que de verdad yo no le veo el sentido a esto desde ningún punto de vista, y si vine es por evitarme un problema, y si usted lo decide, voy a seguir viniendo dócilmente y contestando todas sus preguntas, porque no tengo nada que ocultar a nadie, pero lo único que le pido es que comprenda mi posición y no empiece una cruzada de rescate, porque de verdad no me hace falta.

Mire, por ahora lo único que pasa es que no tengo plata para mantenerme bien solo. Eso se va a acabar en unos meses cuando me gradúe y pueda tomar una cátedra entera, por ahora, mis padres tienen aún poder sobre mí, lo que usted comprenderá es también culpa mía, es decir, podría trabajar y vivir con lo mínimo pero no estoy acostumbrado. Pasado ese transe, se acabó.

Miro los ojos negrísimos del cabro y me remezco. Cuando entró era él el niño y yo una adulta que intentaba hacer su juego, pero ahora estoy acobardada, esto es atroz, osea ya es difícil atender en general a otro psicólogo, pero esto parece burla. Tal vez debiera derivarlo donde alguien más grande, con más experiencia, pero cresta, es un desafío bonito tratar de entrar en la mente de este hombre que desde su silla me mira como si yo fuera un estorbo en sus diálogos internos.

Bueno Emilio, vamos a hacer una cosa. Nos vamos a juntar una hora a la semana a conversar, tus papás pagan, yo cobro y tu... tu te evitas un problema. ¿Ese es el trato que tu propones?

Exceptuando la necesidad de conversar por una hora, el resto me parece bien.

Emilio mira hacia mi estante de libros y descubre el equipo de música.

Podría traer algunos discos y escucharlos. Tal vez usted podría leer algo, estudiar. Yo podría traer el Laptop y trabajar un rato.

No sé si esa sea una idea demasiado buena Emilio. La verdad es que me sentiría mejor si me dejaras al menos intentar hacer mi trabajo, trata de entenderme tú a mí.

Su trabajo implica, hasta donde me acuerdo, que sus pacientes salgan de este lugar mejor de como entraron. Le aseguro que con mi idea estaría haciendo fantásticamente su trabajo.

Bueno, puede ser que alguna vez lo intentemos. Pero al menos me tendrías que hablar de tu tesis.

La verdad creo que no le interesaría demasiado. Se aleja bastante de las áreas más, como decirlo, sociales de la filosofía.

¿Y trata de..?

De algunos aspectos... “filosóficos”, de las interfaces entre el razonamiento humano y el cibernético.

Emilio dice la palabra filosóficos, con una ironía horrible, como burlándose al tener que ocupar esa palabra para que yo entienda de que me habla.

Pucha Emilio, como no me va a interesar, me parece super interesante.

Si, me imagino que el tema se lo parece, pero la verdad es que el método es un poco confuso, porque ... bueno, es un poco tedioso y de verdad estoy seguro que se aburriría a las tres palabras.

No creas, no soy tan tonta, tu no sabes si me aburriría si no me dejas intentarlo.

Si, es cierto, pero sé que yo me aburriría al hablarlo con usted, y eso sí es inevitable.

Bueno, bueno, bueno. Habíamos quedado en no prejuzgarnos, ¿te acuerdas?

No lo creo Macarena, en realidad usted propuso el que yo no la prejuzgara y yo no quedé en nada al respecto. Pero por favor, no se ofenda, no es nada personal con usted, sólo estoy tratando de conciliar esto con mi vida y si usted en cambio trata y trata de llevar las cosas por su lado voy a terminar por no soportar estas reuniones, lo que redundaría en un problema adicional para mi.

Puta, con razón este gallo no tiene amigos ni se lleva bien con la gente de su edad.

Bueno Emilio. La verdad es que no puedo ofrecerte usar mi oficina como escritorio. No podría... pero a cambio voy a intentar molestarte lo menos posible con mis preguntas. Por ahora incluso voy a evitar usar la luz de la lámpara para los interrogatorios.

Se rió... puta juro que jamás pensé que me iba a alegrar tanto con la risa de un pendejo de 20 años sentado como idiota frente a mi escritorio.

Bueno, ¿partamos entonces? ....

¿Con que? Pregunta el hombre.

Con mi interrogatorio...

Emilio es altísimo. No me había dado cuenta hasta que se puso de pie y empezó a pasearse por mi consulta. Creo que debería derivarlo a alguien más, pero... vamos a tratar por un par de semanas.

Perdón, me imagino que a usted la desconcentra el que yo esté de pie, pero me es inevitable si quiero tratar de soportar esto.

Perfecto, paséate todo lo que quieras. No soy Freudiana.

Que alivio. Yo tampoco.

Este pendejo de mierda me desprecia, o ni siquiera, no me aprecia ni un culo más de lo que desprecia a todos los que lo rodean. Puta la huevá, ya me quedó claro que el huevón es más inteligente que yo, que probablemente sepa más teoría que yo, si no hay que ser sicóloga para darse cuenta, y eso ni siquiera me preocupa, es decir este espécimen debe tener una cabeza más grande que la de cualquiera, pero, no, no es eso... puta madre, este tipo es raro de una manera que me complica..... puta el diíta. Si al menos se le notara un poco más nerd, más inseguro, si hubiera por donde agarrarlo ... Pero que tanto, de repente igual está bien como está y no necesita a ningún sicólogo ...

Haber Emilio, tratemos de relajarnos que ya nos queda poco tiempo así que la tortura no va a durar mucho. Cuéntame que haces un día normal.

Emilio me mira apoyado en la muralla y saca un cigarrillo.

¿También te es inevitable? Le digo mientras le indico el letrerito de no fumar.

La verdad bastante, pero bueno, usted ha cedido harto.

Suena el citófono y la voz de la secretaria me interrumpe. Lo tomo enojada.

Siiiiii???, estoy con un paciente!!!. Perdón doctora, es que la señora Silva llamó para cancelar y yo me voy al doctor ¿se acuerda? Claro, claro digo y cuelgo. Perdón Emilio, no se va a repetir.

Él me queda mirando desconcertado. Claro, que le puede haber importado esa interrupción, digo, considerando lo fluido y llevadero que ha estado este diálogo.

Lo miro y me da pena verlo ahí parado con el cigarro apagado en la mano. Fuma no más, en realidad no me molesta, yo también fumo y la última paciente no viene, pero prende el aire ahí al lado por favor.

Emilio prende el cigarrillo y comienza a jugar con el humo. De pronto se sienta y me mira con unos ojos nuevos, con unos ojos que parecen haber cambiado del todo, casi con dulzura. Perdone usted, he sido muy mal educado pero es que esta situación me parece ridícula, es sólo eso.

Bueno, perfecto, pero tratemos de hacerla un poco menos “ridícula”. Haber Emilio, además de estudiar, hacer clases y escuchar discos, ¿que más te interesa? Que haces los días normales.

¿Que tiene que hacer a las 8?

La pregunta me agarra como un balde de agua fría. ¿Que se habrá creído este mocoso de mierda tratando de invitarme a alguna parte?. Lo miro con los ojos de furia más genuinos que encuentro, aunque al mismo tiempo me doy cuenta que me cuesta, que me es super difícil ser dura con él.

Emilio me queda mirando y antes de que yo pueda decirle nada sonríe con ternura. Su mirada es casi paternal, como un señor grande que pilla a una niñita en un error tonto. Perdón Macarena, usted me está mal interpretando, por cierto no estaba haciéndole ninguna clase de invitación personal, sólo me di cuenta que usted escucha música clásica y pensé que le podía interesar ir a un concierto. Toco la guitarra.

Puta la huevá, de nuevo quedé como tonta, por la mierda, y este pendejo del carajo que me mira como diciendo .... como se le ocurre que iba a perder el tiempo queriendo hacerle una invitación personal ... ¿de que hablaríamos? ....

Emilio saca de la chaqueta una tarjeta de visita común y corriente y anota una dirección. Es a las 8 en la iglesia Luterana de calle Lota ¿la ubica?

Claro, la ubico. Tomo la tarjeta que sólo dice su nombre en letras negras. Emilio M. Lira y pienso si será adecuado. En realidad si voy a ese concierto creo que estaría pasando una vara, que él podría involucrarse, pero me muero de ganas de ver a este tipo en un ambiente distinto, más, no se, suyo, siento que eso me ayudaría mucho a entender a este espécimen. Y además, tengo la impresión que este pendejo de todas maneras no se involucra con nada humano.

Voy a intentarlo, en serio.

Bueno, ojalá pueda ir, tal vez le interese ver a este espécimen en su hábitat.

Pendejo de mierda, pienso mientras sonrío neutral, pendejo de mierda.

Emilio mira la hora y me dice, casi son las 6, Creo que por ahora es suficiente, ¿le pago a usted?

Cresta, esta parte siempre es difícil y en este caso es peor. No se, siento como si no tuviera derecho a cobrarle, como si en realidad no hubiera hecho nada ni lejanamente valioso por este tipo. Puta maquita, erís tu la que te estay involucrando, llevai cuatro años haciendo esto y tenís que ser profesional, ya .... un, dos, tres, sacar boletas... un, dos, tres ... mirar con ojos de carnicero de la vega

... son 25.000, le digo mientras abro mi talonario de boletas y me pongo los anteojos para leer.

Emilio me queda mirando y de repente veo que sus ojos están en mi cara, que están de verdad en mí, que me miran con interés. Me acomodo el pelo que se calló arriba de mis ojos y lo miro de vuelta. Podría jurar que el tipo se turbó por un segundo, pero ... vuelve a poner una cara inexpresiva, saca la chequera y me extiende un cheque. ¿Lo dejo en blanco?

Claro, da lo mismo.

Me estira el cheque, toma la boleta y me vuelve sonreír. El testimonio fiel, me dice, agitando la boleta.

No puede ser que me ponga contenta cada vez que este huevón sonríe. Puta, no sé, es como si cada sonrisa fuera el premio al truco nuevo de un cachorro. Siento que con el tiempo podría empezar a actuar distinto sólo para que sonría una vez, y eso no puede ser.

Sabe, tal vez podríamos hacer esto directamente con su secretaria todas las semanas. Nadie se daría cuenta.

Ni lo sueñes Emilio, ni lo sueñes.

Me estira la mano. Ha sido un gusto, aunque no lo crea. La espero a las ocho, trate de ir.

Estará hablando en serio. Digo, eso de que haya sido un gusto. Creo que sí, porque este cabrito no parece de los que dicen formalidades, pero, por qué, o sea, ¿el gusto habrá sido encontrarse en la consulta a una mina que no le hizo el peso y de la que se pudo cagar de la risa?

Voy a tratar. Le digo con mi voz más seria y amable.

Puta Magda, acompáñame, ya si nos vamos directo desde acá, nos tomamos un café en el Tavelli y nos sentamos bien atrás, así si nos aburrimos nos vamos.

La Magda me mira con ojos de reproche. ¿Estas segura de que no te gustó el cabrito?

Hay tonta, como se te ocurre, es menor que mi hermano chico y un pendejo enrollado, ególatra, pedante o sea, como paciente me parece un gran desafío pero como hombre, puta, no se, ni me fijé.

Bueno ya, pero te juro que no te debería acompañar en esto y que mi opinión profesional es que es inadecuado, pero ... sabís que más, yo también me muero de curiosidad por ver a este personaje.

Está exquisita la tarde, viste que nos hace bien caminar un rato. La Magda me da un empujón cariñoso y respira profundo. Si, la verdad es que está super rico, no se, como si a una el viento de verdad la despejara.

Miro a la Magda y sonrío, esa es una frase típica de Pedro. No se lo digo, claro, porque siempre se defiende un poco de ese tema, es como si al tiro le diera pena.

Viste, eso es lo bueno de venir al Tavelli temprano, hay mesas afuera y hartas, así nos podemos dar hasta una vueltita por la librería le digo a mi amiga.

La Magda me mira y ahora es ella la que sonríe. ¿Se me notará tanto que ando como en las nubes?

Te juro que leer a la gente de la generación justo anterior a la nuestra me deprime dice la Magda. Estaban tan, tan seguros y se sacaron la cresta.

Si, te entiendo le digo, mientras me sorprendo con un libro de Donoso en las manos. “La Desesperanza”, que buen título le digo a la Magda.

¿Lo leiste? Me pregunta. No, en realidad no he leído casi nada de Donoso, no se, me aburre un poco ese darle y darle a lo más malo de su época, a lo más malo de su clase, cacahai que hay algo de masoquismo en eso.

Puta, y eso que no hay leido la desesperanza, eso si que es masoca de la buena. Una generación más arriba, Santiago hace 10 o 12 años no más mijita, ya habíamos nacido que rato y este país de mierda cada día más cagado, pero eso es lo de menos, lo que más tiene en común esa novela de Donoso con las demás, no es ni el tema ni la época, casi ni siquiera el estilo te diría, sino más bien el que este viejo cuenta los dramas sociales a través de historias super individuales, hasta casi burlescamente individuales, pero cuando te despertai del ensueño del libro y mirai al rededor con todavía un poco de los ojos de los personajes, ahí está, toda la mierda y la desolación y los fantasmas que se van quedando pegados en cada lugar. O sea, el drama individual ya no es individual, o no, ni siquiera, es un drama individual que se vive en colectivo y eso si que es triste.

Salimos de la librería y estamos sentadas en una mesa del Tavelli esperando que lleguen los cafés.

No se, le digo, creo que justamente por eso no habría querido vivir en la época de los absolutos. Me aterrorizan, me siento tan sola. Yo se que pa’ ti es justamente al revés, es decir, que para ti compartir tus proyectos, tus esperanzas y saber que no eres la única y que hay otros que luchan por algo en común, es tu forma de sentirte bien contigo, pero yo me aterro, le tengo un temor de muerte a cualquier cosa que lejanamente implique que tengo que actuar de algún modo, por un determinado ideal que pensó alguien más.

Pero, sabís, creo que de cierta forma es culpa nuestra también. O sea, que cresta sentido tiene lo que hacemos, lo que no hacemos. Sabís que es importante, no se, los ojos que miran cuando lo miramos, las manos que tocan cuando las tocamos, saber que en una tarde linda como esta alguien te va abrazar y vas a sentir un olor ajeno pero sabiendo que también es tuyo.

Maquita preciosa, usted está grave me dice la Magda seria.

Si se, le contesto, pero no se por qué.

Miro el reloj, las 7:58. Nos sentamos en la antepenultima fila. Al rededor hay unas 30 personas, la mayoría viejos y estudiantes de pelo largo.

Que ambiente tan alternativo me dice la Magda al oído muerta de la risa. En el escenario, que es más bien el espacio al lado del púlpito, hay un sólo atril y un piso de madera. A las 8:00 en punto aparece Emilio vestido con un sewater gris de cuello alto y pantalones negros. Lleva la guitarra en la mano y mira al público serio, como en un juicio. Se acerca a la primera fila y le estira la mano a un señor de unos 60 años que se incorpora y lo palmotea cariñoso.

Me da un poco de vergüenza, juro que no me había dado cuenta de lo hermoso que es este pendejo.

La Magda me pega un codazo fuertísimo. .... “Mira, como hombre ni me fije” .... La Magda me remeda y pone cara de furia, está de verdad enojada. Mira Magda, mañana mismo llamas a Enrique Salinas y le derivas a tu pacientito, lo que hagai o no después, huevá tuya, pero por favor no me digai a mi que ves a este tipo como a tu hermano chico.

Miro a la Magda avergonzada y trato de volver a decirle que me crea, que cuando lo tuve en la consulta era un pendejo más.... pero tiene toda la razón, el huevón me mueve todo, me movió todo desde el principio y no se, estas cosas no tienen que pasar pero pasan, que le voy a hacer, además no puedo entenderlo y lo miro ahí, parado y cresta, la verdad es que no lo tenía del todo claro hasta ahora, no soy tan, tan culpable.

Emilio se sienta y comienza a afinar la guitarra mientras acomoda el atril con las partituras.

Viste esas manos, le digo a la Magda.

Mira, me dice, no se que es lo que he mirado más, que querís que te diga, este pendejo parece sacado de una película, erís muy tonta, ¿de verdad creías que el hecho de ser 6 años mayor que este gallo te salvaba? Que lo ibas a poder tratar como a un cabro chico.

Miro a la Magda de nuevo con ojos de cachorro herido. Te juro amiga, te juro.

Mientras Emilio toca la guitarra siento que se van abriendo pedazos de mi cuerpo adentro, es como si también me tocara a mi. Toca las distintas piezas sin dejar casi intermedios. Nadie aplaude entre una y otra, como si intuyeran (o algunos supieran) que a él no le gusta.

Cuando termina, después de poco más de una hora, se para y hace una reverencia. La gente comienza a pararse para aplaudirlo y nosotras los seguimos.

Oye, este cabrito pa’ más remate toca, me dice la Magda.

Si ah? le contesto.

Puta Maquita, escuchaste algo al menos?

Si, por supuesto, le digo con una voz harto poco convincente. Lo último fue Aranjuez ¿no?

La Magda me mira y se muere de la risa. Puta madre amiga, te juro que me habría esperado algo así de cualquiera, pero de “doña profesional madura”.

La Magda me tira la manga del abrigo. Ahí viene, me dice entre dientes, puta mirándolo de cerca, sabís que no te culpo. Estai segura que tiene 22 años, se ve de, no se, sabís que es raro, pero se ve como sin edad .... en realidad me podrían decir 20 o 30 y no me sorprendería.

Que bueno que pudo venir Macarena. Emilio me saluda con un beso en la mejilla y un apretón de manos, las dos cosas al mismo tiempo, y me mira como si de verdad se alegrara de verme. - Estay delirando tonta- ya, fuchiii...

... Si, nos gustó mucho tu concierto, gracias por la invitación .... perdón, ella es una amiga y colega, Magdalena Escobar, Emilio Lira, Magdalena Escobar. Emilio le estira la mano a la Magda, quien le acababa de poner la cara para saludarlo con un beso en la mejilla. Es un gusto conocerte Magdalena. Que bueno que les haya gustado, toco aquí todos los viernes, pueden venir cuando gusten, es un espectáculo público.

Emilio vuelve a mirarme y yo me trato de poner seria. Esto se está agravando, pienso.

Bueno, creo que les he quitado demasiado tiempo. Emilio me mira y casi me sonríe. ¿Nosotros nos estamos viendo no? Claro, le contesto mientras vuelvo a estrechar su mano.

Puta, no se. No se si me di cuenta desde el principio que me pasaba algo con este pendejo o es algo de ahora, pero... haber, ordenemos las ideas. El pendejo tiene 22 años y yo voy a cumplir 28 en tres días. El pendejo es mi paciente. El pendejo es una especie de ogro devora humanidad. El pendejo no me puede interesar y obviamente yo no le intereso un pepino a él.

Ahora, resumiendo, el pendejo no es nadie, no me importa nada, pero el pendejo es exquisito, es el hombre más atractivo que conozco y me encanta, ¿que voy a hacer?

Maca, ¿vamos?

La Magda me da un nuevo tirón de la manga y se va riendo por el camino. Afuera, una noche de primavera helada me estremece. ¿Será que esto es la alegría?. En la calle hay olor a pasto recién cortado y la música que no oí resuena recién ahora en mis oídos. Veo a este hombre con cara de niño que toca la guitarra sin casi sin tocarla, y esos dedos que deambulan respetuosos por los contornos del instrumento, que lo acarician y siento que un calor va cubriéndome despacio.

¿Por qué es mi paciente? ¿Por qué tiene 6 años menos que yo? ¿Por qué me mira y no me mira y sus ojos negros pasan por mi cuerpo como si no existiera y se clavan tan lejos en un lugar que no se si está dentro o fuera de mi? No se, puta, se me tiene que pasar esta locura, a penas lo conozco y lo poco que se de él es un desastre.

Bueno Maquita, creo que me debes un trago y yo te debo una oreja ¿no crees?

Yo dudo un instante. Si me quedo a hablar con la Magda me va a ser inevitable confesarle todo lo que me está pasando por dentro. Es más, se que ella ya se dio cuenta, no he sido muy sutil que digamos y siento que hablarlo es como hacerlo real. Si lo hablo, mañana no voy a poder despertar y creer que esto es mentira, que nunca pasó, pero cresta, necesito hablarlo con alguien y la Magda .... la Magda va a entender.

Bueno Maca, fuera de bromas, creo que tienes que pensarlo bien, no se, puede que me equivoque y que de verdad sea yo la con mente de alcantarilla. O sea, creo que yo no sería capaz de atenderlo, y eso que mi vida a estas alturas está harto más ordenada que la tuya.

La Magda se ríe después de decir la última frase. ¡Quien iba a creer que yo iba a decirle algo así a la Macarena Kostner! Te juro que me cuesta creerlo.

Nos metemos al primer bar abierto en Providencia, y nos sentamos afuera. Al rededor ya hay gente en las mesas, tomando cervezas y conversando.

Enciendo un cigarillo y le estiro la cajetilla a la Magda.

Dejé de fumar linda, acuérdate, y tu también deberías.

Hago un gesto de casar moscas con la mano. En mi mente la última preocupación es la de dejar de fumar.

Sabís que más Magda. Tenís razón, sorry, se que estas cosas son de las primeras que nos enseñan a todos y que es una locura, pero tenís razón, además así va a ser igual fácil, o sea, si te he visto no me acuerdo y listo. Si tampoco me voy a morir porque me haya gustado un tipo que me está vedado, y si no lo veo más, san se acabó. Eso es, si la verdad el único rollo es que tenga que verlo todas las semanas como paciente y si elimino esa variable queda un nexo igual a cero

¿Pero que excusa le doy? El huevón no va a entender nada si el próximo martes simplemente le digo que lo voy a derivar donde un colega hombre, de 45 años que .... que nada, ¡si a élno le interesa el tratamiento! ¿Cómo le voy a decir que es por su bien?, y .... bueno, sabís que más, a la cresta con lo que opine, si le gusta bien y si no le gusta igual, se tendrá que enfrentar él a los papitos si no quiere cambiar de psicólogo.

Hola Emilio, toma asiento.

Emilio trae en la mano dos CDs de música, y no trae el Note Book. Estoy atroz de nerviosa, no se como planteárselo, el me estira la mano y me saluda mucho más afable que la primera vez. Se acerca despacio al equipo de música y me mira.

¿Puedo?

Claro le digo.

Este huevón ya no es mi paciente, pienso, desde que entró estaba desahuciado, yo no soy responsable de su tratamiento, que haga lo que quiera.

¿Le gusta alguna música popular?

Por su puesto, le digo, la verdad es que escucho mucho más música de los setenta que clásica. En general esa la dejo sólo para la consulta o para leer.

Eso me pareció, dice mientras pone en mi equipo un disco de la Carole King.

Pendejo de mierda, (creo que he dicho esas dos palabras como mil veces en dos semanas y no me canso). ¿Pero que se habrá creído?, ¿me espió un año para cachar mis puntos bajos y todo esto es una broma?

Emilio se sienta frente a mi.

¡Ya!, se acabó, se lo voy a decir ahora y listo.

Emilio, sabes, creo que tenemos que hablar un tema un poco delicado.

Claro, dice él, pero me gustaría escuchar una canción primero. Sabe, me doy pocos espacios para cosas simples, y ... bueno, creo que ese sí es un problema. No me mal interprete, estoy tratando de colaborar en serio. Si voy a tener que sentarme a hablar con alguien una hora a la semana, al menos espero poder comunicarme de alguna manera honesta, creo que usted comprende que podría sentarme aquí y dejarla monologar y contestar sólo a preguntas directas, pero no creo que valga la pena.

El tipo se sienta frente a mi y enciende un cigarro.

Me preocupé de tomar la última hora, así puedo fumar, me dice sonriendo y saca del bolsillo un cenicero portatil con tapa. En las manos tiene el control remoto del equipo y pulsa un botón.

Su sonrisa me entibia por dentro, es tal la dulzura con la que lo hace y son tan pocas veces que...

Emilio fuma y corea la canción despacio. Tiene una voz hermosa.

Tonight you’re mine completely
you give your love so sweetly
Tonight the light of love in your eyes
But will you love me tomorrow?

Puta, a donde mierda quiere llegar este huevón. Emilio me mira y en sus ojos no alcanzo a saber a donde mierda va. O sea, o de verdad me está tratando de seducir o algo así o simplemente me está hueviando o... o le gusta escuchar a la Carole King y es parte de su abrirse. Puta, pero lo que yo si se es que me lo quiero comer vivo, que me tiraría arriba de ese cuerpo sin pedirle permiso y me apretaría en él como un gato.

I’d like to know that your love
Is love I can be sure of
So tell me now, and I won’t ask again
Will you still love me tomorrow?

Mientras canta me mira sólo de vez en cuando, el resto del tiempo dibuja círculos con el humo y se deja llevar por la música.

Cuando termina la canción, Emilio apaga el equipo y mira fijo.

Es una linda canción, me dice.

Hermosa, respondo.

Bueno, usted quería hablar de algo delicado, pero la verdad creo que si me deja hablar a mi primero, tal vez lo suyo ya no sea necesario.

Puta, con que me irá a salir, pienso, y empiezo a tiritar.

Emilio se pone de pie y se apoya en mi muralla. Por favor Magdalena, espero que no tome a mal lo que voy a decirle, y sobre todo que no vaya a pasar por su cabeza que usted ha hecho algo mal ... El tema es que creo que va a ser mejor que cambie de sicólogo.

Miro a Emilio y no se como reaccionar. Es decir, de nuevo no entiendo, ¿se habrá dado cuenta? Pero entonces ¿a él le pasa algo también? Porqué o si no habría hecho la mariconada de traerme a la Carole King e instalarla en mi radio ....

Emilio avanza hacia mi y se sienta en el borde del escritorio.

Bueno Emilio, digo con la mayor calma posible. Es tu decisión e incluso creo que podría ser buena idea, la verdad es que yo también creo que para atender a un colega, aunque no ejerza, tal vez es mejor alguien más grande, que pueda ...

Emilio me tapa la boca con la mano. Lo hace con un gesto delicado, sin agresividad y yo lo dejo, estoy totalmente indefensa, temblando como una hoja.

No sea tonta Macarena, puede que tenga razón, pero me va a disculpar si soy perfectamente honesto con usted, y no me interrumpa porque no es fácil. Es posible que lo que le voy a decir le resulte absurdo y no espero que le parezca bien o mal o ... ridículo, pero la verdad es que me siento enormemente atraído por usted, es sencillamente esa la razón por la que no me parece apropiado seguir teniéndola como psicóloga. Por favor no se ría que eso si me ofendería.

Yo lo miro y no se que hacer, si reírme de nervios o llorar o abrazarlo altiro y parar su confesión que se que de alguna manera lo tiene humillado, pero no puedo hacer nada, estoy como plantada en mi silla sin poder moverme. Emilio sigue hablando despacio, tratando de calibrar bien la voz y que salga todo de un tirón.

Comprendo que a usted probablemente le ha ocurrido esto más de una vez y en la literatura hay descritos cientos de casos pero sabe, todos tienen en común el ser patéticos y eso es algo que no pretendo aceptar conmigo. Los humanos somos débiles y yo lo soy mucho más de lo normal, pero entienda que después de hoy no se tiene que preocupar más.

Emilio trata de mantenerse lo más digno posible, pero noto como está haciendo un esfuerzo tremendo. Es tan hermoso, pienso, le hace tanta falta apoyar la cabeza en alguien, puta ... ¿que hago?, puta maquita ¿que vai a hacer?

Yo sigo mirándolo con ojos de incredulidad y sin decir una palabra, pero presiento que él está un poco ofendido y eso me desespera. Me paro del escritorio y me quedo frente a él.

Parada ahí, frente a ese cuerpo grande, intento mirarme a través de sus ojos. No se que daría por ver lo que él está viendo, por descifrar lo que pasa por su cabeza. Saber quien soy, en él.

Macarena Kotsner, 28 años, psicóloga, un metro 68, ojos azules (demasiado azules), pelo amarillo, poco de todo, pocas pechugas, poco poto, pocos caderas, poca guata (al menos), falda muy hippie, zapatos café muy caros, blusa blanca, sólo cara, aros baratos, labios delgados y sin pintura. Y él, ¿que verá él?

Emilio está ahí, incomodo.

Creo que es todo ¿no? Me lo dice con pena, aunque se mantiene firme en su decisión de no hacer un espectáculo.

Bueno, le digo, ¿no se?

El vuelve a mirarme y se que no entiende, se que aún no se ha atrevido a tener ninguna esperanza, que se niega toda alternativa.

Yo trato de armarme un poco y saco voz de alguna parte.

Déjame repasar. (Le digo esto como para convencerme yo, como quien habla del tiempo) Ya no soy tu sicóloga ¿no? En realidad jamás he sido tu psicóloga, porque nuestra primera entrevista fue cualquier cosa menos una consulta. No me has dicho nada de ti como profesional ¿no?

Mientras yo hablo, Emilio va asintiendo con ojos de curiosidad a cada una de mis afirmaciones, pero se que no se le va una y que sabe perfectamente a donde voy, en un momento se ríe, no me deja seguir hablando y me toma por la cintura.

Sus brazo se me incrusta en el cuerpo, es tan grande y su cuerpo se acomoda tan bien en el mío que siento como si me arrastrara una ola gigante de esas con las que uno jugaba de niño.

Su boca está mordiendo mis labios hace rato. Para ser un desadaptado social sabe besar perfectamente, pienso y me río para mis adentros.

Emilio me sostiene firme mientras me besa, y me muero de ganas de que me toque, pero no lo hace, ni siquiera parece tener intenciones de hacerlo, solo acaricia de vez en cuando mi cintura y mi pelo. Yo tampoco me atrevo a dar un paso más. En eso me confieso un poco machista, no se tomar la iniciativa y ahora menos que nunca.

Después de varios minutos besándonos Emilio me retira despacio de su cuerpo.

Sus ojos están tan llenos de luz. Se aleja un poco y me mira. ¿Como pude pensar que cuando me miraba pasaba de largo?. Esos ojos están clavados en mi y se me van perdiendo por adentro, Siento como si la luz de esa mirada fuera capaz de descubrir todas aquellas partes de mi ser que sólo yo conozco, en las que nadie jamás se ha instalado. El hombre frente a mi sonríe con tanta dulzura que me dan ganas de apretarlo fuerte, como a un peluche peludo y tierno. Sus labios aún húmedos de mi saliva se mueven sin prisa.

¿Que va a pasar? Pregunta, y en su tono me doy cuenta de que es él el que tiene miedo. Este ser al que parecía no importarle nada está aterrado por mi, que huevá, ¿si supiera?

Me acerco y acaricio su cara suave. ¿Que quieres que pase?

Me gustaría poder sentirte cerca, creo que por ahora no puedo pedir nada más.

Es la primera vez que me tutea, que increible, hasta este instante siempre me había tratado de usted.

¿Podríamos ir a hablar a algún otro lugar? Creo que tu consulta no es el lugar más adecuado, me dice medio riéndose y nervioso.

Ya, sí, ningún problema, déjame hacer una llamada cortita y salimos.

Alooo, Pilar, comuníqueme con la Magdalena Escobar por favor.

Alooo, Magda, ¿como estay? ... no ... no voy a poder ir al cine contigo, surgió algo .... después te cuento .... después te cuento .... no, yo te llamo mañana ..... no .... no .... bueno pero no creo que me desocupe temprano .... ya, si mujer ... claro ... adiós.

Tomo la cartera con una mano y le doy la otra a Emilio, pero me arrepiento. Perdona, te juro que es la única vez que te voy a pedir que simules algo, pero si salgo de la mano con el paciente nuevo de la semana pasada, mi reputación quedaría por el suelo.

Por supuesto me dice Emilio, sonríe y me besa despacio. Si quieres puedo salir primero. No, no es necesario, que se jodan ¿A donde vamos?

Donde tu quieras Macarena.

¿Andas en auto?, yo tengo el mío con restricción.

Si. vamos a un lugar con poco gente, dice Emilio, no ando con ganas de multitudes.

Yo dudo un instante me idea, pero que carajo, no se va a ofender, supongo.

Vamos a mi casa, vivo sola y queda al lado, te juro que no va a haber público.

Perfecto, dice Emilio, vamos.

Me subo en su auto y le voy indicando el camino por las 5 o 6 cuadras que nos separan de mi casa. Estaciónate aquí no más.

Emilio se baja y abre mi puerta. Después la cierra y toma mi cara con una de esas manos grandes y hermosas. Descorre mi pelo y se inclina para besarme. Me gustas mucho Macarena, de verdad.

Y tu a mi Emilio, ni te imaginas cuanto.

Entramos a mi departamento abrazados y besándonos como colegiales. Una vez adentro Emilio me toma por la cintura y me levanta del piso varios centímetros hasta que mis ojos y los suyos quedan a la misma altura. Sus ojos sonríen con una nostalgia profunda, y es tanto lo que lo entiendo. Der Augen leuchtendes Paar[1]. No se por qué lo digo, no se por qué se me viene a la mente esa frase, si ni siquiera me gusta Wagner, si es lo único que recuerdo y casi no tiene sentido en mi memoria. Pero él me mira con esos ojos y necesito sentirlo humano, necesito robarle, de alguna manera, esos fantasmas que lo alejan.

Emilio continúa sosteniéndome, y sus ojos se iluminan con una luz nueva. Me mira como si nunca antes me hubiera visto.
das oft ich lächelnd gekost; wenn Kampfeslust ein Kuss dir lohnte.[2]

Emilio recita las palabras como una oración, como un conjuro que me libera de todas las distancias y besa mi frente. No se si llorar, no lo se, siento como si ese beso me hubiera librado de algo que aún no está claro, como si se hubieran abierto otras puertas, otros rincones.

Por mi cabeza aparece el rostro de mi padre, el rostro de Jorge, miles de manos que me rozan y siento miedo. Abro los ojos y sólo está él, sonriendo, tan cerca, tan asustado.

Emilio está sentado en mi sofá y yo en el suelo sobre la alfombra. Me saco los zapatos y lo miro mientras el bebe sorbos de vino tinto. Sus manos me siguen conmoviendo, creo que me podría pasar la vida sólo mirando esas manos.

¿Que va a pasar con nosotros Macarena? No quiero presionarte pero preferiría saber como vez tu las cosas. Es decir, puedo entender que para ti esto es ... complicado, y estoy dispuesto a aceptar lo que me digas pero preferiría saberlo desde el principio.

Lo miro y se que sus dudas son reales. Pero yo no me lo voy a perder, ni cagando, que me importa que el huevón sea 6 años menor que yo. Primero, no se nota, porque él se ve mucho más grande y yo siempre he parecido cabra chica. En segundo lugar, que le guste al que le guste. La edad es algo super relativo y si este tipo es inmaduro, que queda para los pendejos de mi edad o mayores con los que me he relacionado antes, no, a la cresta todo, esto tiene tantas oportunidades de resultar como cualquier otra y ... puta ... al que no le guste que se joda, no puedo separarme ahora de este hombre ... es tan real, es tan dulce, no creo haber sentido algo así, tan mágico por alguien y esas cosas a veces sólo se dan una puta vez, y si esta es la mía no la voy a dejar escapar tan fácil.

Le sonrío despacio y le digo con tono de broma y remedandolo un poquito. No quiero presionarte, pero .... el Registro Civil abre a las 9 y está a dos cuadras, podemos pedir hora mañana y casarnos en, no se, ¿una semana?

Emilio me mira y no sabe al principio que responder. Me sonríe y se vuelve a inclinar para besarme.

¿Tengo una polola, no? ¿ese es el nombre oficial?

Yo vuelvo a mirarlo y casi no puedo creer lo que está pasando. Si, creo que esa es la idea.


[1] De ojos el brillante par
[2] Que tantas veces sonriente disfruté; Cuando en el fragor de la batalla un beso mereciste

Capítulo VIII

VIII

Hace tiempo que me lo esperaba, pero es distinto. Es tan difícil estar preparado, no con las manos o con los brazos sino aquí adentro. Estoy en mitad de la nada. Me siento como si de pronto el famoso velo negro de la verdad se hubiera descorrido para siempre. No hay más respuestas ni sentido y saberme aquí, de pie, junto a este ataúd vacío, con su maniquí, con un cuerpo como otros tantos, es peor que la peor de las muertes.

No riego de lágrimas las miles de coronas de todos colores que han llenado este lugar, pero ellas comprenden, ellas tienen que comprender.

Mierda! No!, no estaba preparado, no podía estar preparado. No podían ser mis manos las que dejaron de bombear. No tenían que ser mis dedos los que dejaron de sentir para siempre su pulso.

Siempre había sido tan fácil. Siempre me había parecido parte de un juego en el que a veces se gana y otras se pierde, pero esta crueldad me estaba reservada. Es sólo eso. Tal vez fue mejor, tal vez si hubieran sido otras las manos, no las perdonaría, en cambio éstas, éstas saben que no había más.

Los ojos del padre de Esteban apenas miran, con una mano alcanza a rozar a su hijo y le sonríe.

El doctor Hurtado golpea el corazón del Doctor Hurtado y mira en su pulsera el Rolex de oro que le regaló hace tres años. Estaba tan orgulloso, pero Esteban no lo sabía, no podía estar seguro. Sólo la caja y un apretón de manos.

Mira el reloj y sabe que había sido importante, que el Padre lo había llevado durante toda su vida, hasta el día en que se lo regaló a su hijo.

Los punteros se mecen ronroneantes, el corazón del Doctor Hurtado, en cambio, se encoge y se aleja.

El doctor Hurtado se inclina despacio sobre el cuerpo ya sin vida del Padre, mira a su madre sin saber que decir y suelta la mano del Doctor Hurtado, que cae como en una película mala.

La madre del doctor Hurtado se lanza sobre el cuerpo del Doctor Hurtado y comienza a darle golpes fuertes, a restregar sus sienes, a remecerlo. El doctor Hurtado toma a su madre entre los brazos y la aleja del ser sin vida del padre.

... Puta Esteban, no sé que decirte. Por los ojos de Pedro caen lágrimas redondas. Colgando de su mano Magdalena titubea y se va achicando cada vez más. La mujer duda un instante, pero Pedro la mira casi con enojo. Magdalena abraza al pequeño doctor Esteban Hurtado y el hombre se le aferra como tratando de recuperar algo, de alguna parte. La mujer acaricia su cabeza y lo empuja casi sobre el hombro. Esteban siente como si todas las piezas que lo forman comenzaran a soltarse, como si de pronto un fuerte baño de aceite hubiera despegado todos los cerrojos y el hombro de la mujer se va humedeciendo.

Magdalena sostiene a Esteban que está como borracho, como mareado y mira de reojo a Pedro que abraza a la madre del amigo. Esteban de pronto se suelta de la mujer. La retira con cuidado y llama al amigo con un gesto.

Cuídamela conchatumadre, por favor, cuídamela, le dice acariciando la cabeza de la Magda.

Pedro mira al amigo y sabe que no es el momento, que es tan tonto, pero las lágrimas vuelven a caer por sus ojos. Los amigos se abrazan y lloran. Lloran como de antes, lloran por todo lo que no han llorado juntos.

Sobro en este cuadro, piensa Magdalena, mientras se aleja un poco para dejar a los amigos solos. No soy capaz de entender hasta que punto se quieren, no sabría donde está la frontera de lo que los alejaría. Por supuesto, no en mí... eso es tan obvio.

Pedro y Esteban no se apartan. Algo se ha llevado todos los pudores y los dos hombres se abrazan y se sueltan sólo para apretarse aún más.

La Magda descubre lejos a Gabriel y a la Rosario que no se han atrevido a acercarse y los llama. Los tres se quedan a unos metros. La Rosario está quieta, tranquila, pero a Gabriel le cuesta ver eso.

Puta que ando llorón, dice como una disculpa, y la Magda le sonríe y se seca las lágrimas. El tío estaba mal hace tiempo, dice Rosario. Gabriel la mira serio. No estoy llorando por eso, sé que ya estaba listo. Lloro por el huevón de Esteban, que se le murió en los brazos, que no pudo hacer nada, que se debe sentir culpable.

No, no se siente culpable.

La mamá de Esteban se acerca y le da la mano a Gabriel. Gabriel la abraza un poco avergonzado. Él se murió en paz Gabrielito, y Esteban recuperó parte de la suya. La mujer habla despacio, sin reproches, sólo quiere que ellos entiendan, que no se confundan

¿Saben cuales fueron sus últimas palabras, cuando comenzó el ataque y yo dije que iba a llamar al doctor? ¡Trae a mi hijo mujer! Es el único doctor que necesito, porque me voy a morir.

Capítulo VII


VII

El aire arremolinado se va desparramando por todas partes. Es como si de pronto todo fuera viento y se vuelan las hojas de los arboles formando dibujos grandes en el aire. El viento levanta polvo por todos lados y yo me restriego los ojos para sacarme un pedazo de tierra que me entró de repente. Amo el viento. Siempre creo que me limpia, que me despeja.

El tonto de Gabriel hace magia para que las servilletas no vuelen, y verlo es divertido porque sus brazos largos parecen reproducirse para atrapar cada hoja de papel. La Magda lo mira con ternura, (La Magda siempre mira con ternura), y en lugar de reírse empieza a poner saleros y cartas y mostazas sobre las servilletas y los papeles de Gabriel para que no se vuelen.

El mesero se ha demorado un siglo en atendernos, el pobre está complicadísimo con los quitasoles que se abren y también se vuelan. Al final llega y nosotros volvemos a reírnos porque todas las cartas están estratégicamente distribuidas para atrapar servilletas y papeles pero como menús no sirven de nada. Sabe que, dice Esteban, traiga cervezas y churrasco palta para todos, me parece una decisión ecléctica ¿No?.

A Esteban le encanta decidir por el resto, es como su forma estar presente y de verdad reclamarle sólo lleva a armar unas tremendas pelotera porque el idiota se ofende y se siente pasado a llevar, que es buena intención y que si alguien no está de acuerdo en realidad era una propuesta. Lo cierto es que con el tiempo, en este clase de cosas hemos creado una especie de pacto de no agresión, que implica aceptar parte de sus manías, con el compromiso de poder putearlo cuando vale la pena.

Bueno, rico, dice la Magda, ¡que cervezas tienes?.

Esteban la mira con ojos de “tocado”, y al mozo no le queda más que ir a buscar una carta de otra mesa y estirársela a la Magda con una sonrisa cómplice. Una escudo para mi, dice la Magda con esa voz ronquita que siempre me deja helado. Eres increible, jamás tomas ninguna cerveza que no sea escudo, para que cresta necesitabas la carta? P-o-r-q-u-e n-o s-i-e-m-p-r-e, e-n t-o-d-as p-a-r-t-e-s, h-a-y e-s-c-u-d-o, my darling.

Bueno, ¿escudo para todos? Dice Martín, y mira a Esteban con una ironía sana.

Esteban se hace el tonto y asiente con la cabeza. Entonces son seis escudos y seis churrascos palta.

- Para mi en pan de molde, por favor, dice la Rosario, mientras se acurruca en el hombro de Gabriel y pone cara de frío. Oye, este viento está bien helado, porque no vamos adentro?

- No pues Rosario, no ves que lo lindo de aquí es poder mirar la calle, la gente que camina, el parque allá al frente.

Gabriel siempre la reta despacito, para que nadie se de cuenta... la Rosario se vuelve acurrucar en su hombro y repite un gesto de frío pero nadie anda con ganas de hacerle caso.

¿Ana no viene?

La Magda se dirige a Martín, pero como no encuentra sus ojos me mira a mi.

No sé, le digo, yo entendía que sí, pero bueno, la obra empieza a las 10 y son las 9, ustedes saben ...

No viene... Martín tira las palabras como un escupo. La Magda trata de relajar las cosas pero se muere de la curiosidad y al final le pregunta.

No se porqué... me llamó en la tarde y me dijo que ella creía que no iba a poder venir.

Pucha que lata, dice la Rosario sin mucho ánimo. Todos sabemos que a la Rosario le complica la relación del grupo con Ana. De hecho todavía en confianza habla de Ana como la nueva y aunque no hace comentarios públicos, todos nos damos cuenta que hay algo de ella, o más bien de nosotros con ella que le molesta.

Alguien sabe de que se trata esta cosa?, pregunta Gabriel.

Mira, es la historia de un grupo de amigos super unidos que terminan peleados por una mina.

Córtala con tus idioteces Esteban, ya...

La Magda habla en serio y mira a Esteban con unos ojos partidos, como con pena.

La Rosario que no entiende la broma, o que más bien se hace la que no entiende, le dice a Gabriel con voz ingenua... ¡Viste que no es de terror!.

- Ahh, no seas tonta, claro que es de terror, ¿Te parece que pueda haber algo más pavoroso?

- Puta Esteban, por favor córtala. Ahí viene Ana así que ¡por favor!

- Sé que a la Magda de alguna manera le encanta esa personalidad tan sarcástica de Esteban, que a ratos le envidia ese desparpajo con el que hace sus bromas crueles, pero claro, a veces como todos nosotros deja de soportarlo.

Es raro pensar que antes estuvieron tan juntos y ahora, bueno, ahora ya parecen haber renunciado y las pocas señas de eso otro se quedaron en estas peleas tan duras... En la forma de herirse. Para hacerse daño, para hacerse daño de verdad, hay que estar cerca, conocer los puntos débiles, tal vez por eso ciertas cosas de las relaciones se van perdiendo, pero la manera de herirse permanece como un ancla que nos sujeta y nos recuerda todo el tiempo que al entregarnos a alguien, también le entregamos poder para dañarnos y

- Ana camina desde el parque, la Magda la vio desde muy lejos. Viene mirando el suelo y jugando a esquivar quien sabe que cosas en el pasto. Cada cierto rato se acomodo un mechón de pelo lacio detrás de la oreja y continúa sin casi mirar hacia adelante. Sé que es linda, aunque no tengo mucha idea de las cosas de ella que me gustan. El viento en el parque me fascina, es como si no fuera una sino miles y miles de hebras que se van entrecruzando para mostrarse, para mostrarse en las hojas o en el polvo arremolinado o en el pelo de Ana en el que se enredan todos los vientos y lo hacen volar sin orden.

Viene como siempre, todo el cuerpo abrigado pero con las piernas largas y flacas al descubierto, con una pollera corta, pero medias gruesas y de lana.

Mientras Ana se acerca, la Magda se para y le deja un lugar al lado de Martín. Me río porque también queda al lado mío, la vida tiene sus vueltas, pienso.

Ana llega saludando contenta, recorre la mesa despacio, como es ella y va repartiendo besos a todos mientras sus dedos se van quedando también como pegados en los mechones de pelo que insisten en caer sobre su cara. A Martín lo saluda con un beso en los labios y lo despeina con una brusquedad que es su ternura. Él la mira con una profundidad triste que me pone nervioso. Cada vez que Martín mira a Ana siento como si la perforara de preguntas sin contestar. Este huevón del Martín no se va con chicas - con razón esta mina tan rara al fin de cuentas está con él.

Cuando me toca el turno, Ana está un poco lejos, la silla de Martín nos separa así que se da un beso en la mano y me roza la cabeza, da la vuelta y se sienta entre nosotros dos. Estoy cagado, no sé si mirarla o tratar de hacerme el tonto. Sé que lo que pasó entre nosotros no es importante y que lo hablé con Martín y... pero que cresta, mi liberalidad no es tanta y sentir su perfume y estar tan cerca y tener a Martín ahí al lado, es como demasiado así que como un maricón me refugio en tierras conocidas y me pongo a hablar con la Magda, que aunque aún no sabe la historia, se que la intuye hace rato.

La Magdalena me escucha hablar de la película, que yo ya vi, y sé que me entiende. Sé que sabe con certeza que me estoy escondiendo de Ana y de Martín. Habría pensado que a ella no le importa por mi, es decir, que ella de alguna manera conoce las reglas del juego, pero hay algo que parece costarle, que no entiende, y sé que no lo entiende porque mucho tiempo después me lo preguntó y yo como siempre no pude contestarle.

¿De qué se trata la película? Pregunta Ana. Esteban mira a la Magda con una sonrisa terrible y ella se apura en decir que el único que la ha visto soy yo.

Ana me mira... y me dice despacio. No me la vayas a contar, por favor, quería saber de que se trata no más.

Creo que es mejor que la vean. Digo eso porque me da lata empezar a explicar leseras, porque además está película no se trata de nada que sea muy relatable, que sé yo, si les cuenta la trama es una lata, pero hay que verla, así se entiende o al menos uno cree que la entiende o se hace el que la entiende.

La Rosario, que goza haciéndose la tonta vuelve a insistir. ¿¿¿Pero es de terror???

Puta madre Rosario, que importa, osea, que hace que una película sea de terror? ... No sé, no es de acción ni de romance ni de suspenso... o sea, es de cualquier cosa cachai, pa’ mi al menos “La Lección de Piano” fue de terror, de pavor por donde la viera, me cagué de susto con el cuento de un amor así, de una venganza así, de la perdida, de la falta de pureza, de las mentiras, de todo ¿que se yo que te da terror a ti?, de repente ser infertil y que tu marido te deje porque no le puedes dar hijos, ¿algo así?

. Córtala Esteban , dice Gabriel con un tono que es tan raro en él que cuando aparece significa que de verdad está molesto.

- Está bien, perdón, fue un rollo mío Rosario, nada contigo, te juro.

- No, no te preocupes, si me di cuenta que algo te pasa a ti, pero bueno, ¡alguien podría decirme de que se trata la película!.

- Los ojos de todos parecen detenerse en mi, pero yo no tengo ganas de comentar acerca de la película, de hecho, ya a estas alturas empiezo a sentir que ni siquiera tengo ganas de verla de nuevo, ni de comentarla a la salida, ni nada de nada. Pero puta, si yo me pongo idiota, que fui el de la idea, que queda para los demás.

- Miren, en realidad es la historia de un grupo de titiriteros que de tanto viajar van perdiendo la memoria de sus lugares de origen y se ven obligados a inventarlos, a imaginar que pertenecen a algún lugar.

- La Rosario se queda muda y mira a Gabriel, Ana me queda mirando y después de un rato me pega un manotazo en la cabeza - eres un tonto, te juro que casi te creo...

- Yo, algo más relajado, también me río un poco mientras los demás recién caen en que ese no es el tema de la película.

- Esteban mira a la Magda como queriendo decir, yo fui cruel con mi versión libre, pero este otro no tiene nombre...

- La Magda lo mira de vuelta, y le dice... la sutileza en ocasiones da lugar a mayores libertades creativas, ¿no te parece? Nadie más se da cuenta de este dialogo y yo le sonrío a la Magda como un brindis y ella levanta un poco el vaso y se ríe a carcajadas.

- ¿Y tu porque te ríes Magda? La Rosario no soporta no estar enterada de algo y empieza a exigir que le expliquen. Nada, te juro que nada importante. Oye Magda, dice la Rosario, si no me importa si es o no importante, si cacho que la mayoría de las bromas no son importantes, son sólo divertidas, pero sabes que me parece super feo que no lo comportan.

Eres una curiosa Rosario, no te han enseñado que eso mismo mató al gato. Mira, ya, no me cuenten, perfecto, pero que conste que me carga y sí, soy curiosa y me carga no saber de que se ríen.

Te juro que de nada grave, tonta, nada divertido siquiera. La Rosario pone cara de amurrada y se vuelve a acurrucar en Gabriel. Oye Rosarito, le digo, querís saber de que se reía la Magda?

La Magda me mira con cara de, ¡cuidado con lo que dices!

No si da lo mismo, lo que pasa es que yo estaba tratando de molestar con las patas a Esteban y le estaba pegando hacía rato a ella, nada más.

La Rosario se muere de la risa y no entiende que tenía de secreto. La Magda por mientras me mira y se ríe de nuevo y volvemos a brindar con las cervezas.

- Esteban sonríe y, un poco vencido, mira el reloj y pide la cuenta sin preguntar a nadie.

- A nuestro al rededor la noche de primavera se terminó de cerrar y el aire un poco más frío tiene olor a día despejado y podemos mirar con nitidez las luces del parque que se van prendiendo poco a poco, por hileras. Está lindo, pienso, tal vez no sea buena idea encerrarme a ver una película que ya vi. Pero me falta ánimo... Podría agarrar a la Magda de un brazo y llevármela a columpiar al parque y contarle la película. Ella siempre opina que las películas le parecen mejores cuando se las cuento que cuando las ve de verdad, pero... no sé..., si pudiera quedarme con Ana sería distinto, pero ese sería un golpe demasiado bajo que me parece injusto. Es decir, a Martín le dolería mucho, se sentiría engañado y aunque el aún no ha dicho nada sé que le afecta de verdad compartir a Ana con nosotros, es decir con Esteban y conmigo. Además sería una chuecura con la Magda, y quien sabe... mejor nos vamos al cine.

- No entendí nada Gabriel, ¿porque siempre vemos películas tan raras? ... pero si no me dio ni miedo, estaba aburridísima y me quedé dormida no se cuentas veces... pucha es que en una película tiene que pasar algo, en esta era puro caminar, tirar una cosa amarrada a un cordel, una casa que temblaba con un tren y nada más, y esos tipos rarísimos que buscaban ¿qué? ¿Un meteoro? No si no hay caso, las películas raras siempre son malas, no hay caso, no vengo más a ver películas recomendadas por Pedro.

- Esteban y la Magda vienen juntos y se me acercan. De alguna manera creo ser yo siempre el que se queda solo. Esteban y la Magda, Ana y Martín, Gabriel y la Rosario. Todos ellos tienen algo de verdad que los une, hasta el odiarse un poco, como la Magda. O esa necesidad morbosa que tiene Ana de saber que un hombre como Martín, tan íntegro, con ella es capaz de robar un banco y salir corriendo y después con las manos llenas de billetes preguntarle... ¿está bien? Y Martín no es un paria, por dios, si ese es el tema, es un tipo increíble, es sólo que con Ana encuentra motivos para estar un poco menos triste, para recobrar quien sabe que cosa que perdió muy chico, y acercarse a la felicidad, en definitiva, es un vicio, como cualquier otro.

A veces siento que yo estoy al margen de las paridades, que lo mío funciona en el silencio, como si no me hiciera falta expresar más cosas, o de otra manera. Sé que hay parte de esto que es mi culpa, ¡cómo no va a ser! Pero a ratos hasta creo poder sacrificar algunas cosas de mí, para jugar un poco a la normalidad.

Me quedo parado y miro a las tres mujeres del grupo y me río solo. Me he acostado con las tres, pienso, hasta con la Rosario, antes de que pololeara con Gabriel... y ahora ninguna esta conmigo. Me quedo un rato comparándolas, son tan inmensamente distintas que me pierdo entero. La Rosario es lejos la más bonita, pero... bueno... es la Rosario y esa es una carga con la que pocos pueden. Me acuerdo de lo despacio que gemía, como si le diera un poco de vergüenza (y le daba) y como después de hacer el amor se acurrucaba en las sábanas y fumaba con cuidado sin botar cenizas.

Oye compadre, increíble la película... Esteban me samarrea y yo doy un salto porque estaba perdido en las piernas de la Rosario, perfectas y apretadas y pensando como esas piernas no me sirven de nada al lado de las otras piernas de mujeres que están tan cerca. Las de Ana, como dos hilachas que dan frío de mirarlas y las de la Magda, que sí me parecen perfectas, un poco menos flacas que las de Ana, con un poco más de forma pero sin estruendos, sin pantalones apretados, sólo ahí, dejadas al azar y hermosas.

Buena, le contesto, pero me quedo con El Sacrificio. No puedo creer que no la hayan visto antes, o sea, digo porque ésta salió acá hace más de 10 años...

No, si esto de ver películas raras les baja contigo no más Pedrito.

La Rosario cree de verdad que su simpleza es su fuerte, y tal vez sea verdad, al menos no me imagino a Gabriel dejándola, o a ella tratando de dominarlo en público... pero, como decirlo, cuando uno ha estado dentro de una mujer se develan algunos misterios que ... no sé.... la Rosario algún día va a explotar y no me gustaría estar cerca.

Ana se me acerca por detrás y me da un beso en la mejilla. Gracias, en serio, me encantó la película. Gabriel está a un metro y nos mira con pena. Como podría explicarle que no competimos en esto, que Ana jamás podría elegirme de verdad. Pero puta que lo entiendo, todos quisiéramos tener las cosas enteras, y sin embargo hay partes de Ana que me pertenecen a mi y no a él de la misma manera como siempre he creído que la Magda es tan de Esteban que al mirarlos juntos, conversando tan en serio sobre los códigos y los símbolos de la película, yo paso a ser anécdota. Aunque el caso de la Magda es más complicado. Creo que ella si me podría soportar y que el problema está de cierta manera en mi. No me gusta alguien tan parecida a mi mismo. A veces la veo y me reconozco en ella y me bajo un miedo atroz de encontrarme como tantas veces en la cama con ella y de pronto descubrir que he estado haciendo el amor conmigo. Huevas no más, puras excusas diría ella.

¿Nadie le avisó a Jorge y la Maca? Pregunta la Magda.

Esteban la mira casi con rabia. ¿Porque habría que haberles avisado? Puta, porque somos amigos y... ¿Y por qué no les avisaste tú, por ejemplo? Porque sabrás Estebancito de mi corazón, que tú me avisaste a mí media hora antes de juntarnos por lo que me pareció obvio que ya le habían dicho a todos.

Me carga esa palabra. Te lo prometo Magdalena. ¿Que cresta puede significar... todos.... ? Todos son... ¿los de siempre? ... ¿los que deberían ser de siempre? ¿Los que yo quiero ver?, ¿Los que tú quieres ver? O tal vez deberíamos hacer un escrutinio popular entre los amigos para votar a quien se invita.

No Magdalenita, “todos” es una palabra demasiado grande para mi vocabulario, y cuando algo me queda grande trato de no usarlo. Queda feo no crees.

¿Vamos a tomar algo?, pregunta la Rosario. Yo no, dice Ana, prefiero estar un rato más con Martín, tenemos cosas que hacer. Ana se abraza un poco del cuello de Martín y le da un beso largo. Todos sin querer nos quedamos como embobados en esa imagen. Ana empinada besando ella a Martín, y diciéndole cosas al oído mientras él la sostiene firme por la cintura y la va arrastrando. La Rosario de repente se ríe y le dice a la Magda... sabes que más, creo que a mí me dieron ganas de hacer exactamente lo mismo que a estos dos.

... Pedro, llévame a mi casa por favor, dejé el auto guardado.

.... Esteban mira a la Magda sin expresión. Bueno, ¿Calabaza no más entonces?, nos vemos luego, sshaoo mi amor.

.... La Magda le quita la cara y lo mira con rabia. Tu no amai a nadie, ese es el problema. .... Bueno, habló mi psicóloga contesta Pedro.

..... Puta, te juro que mis pacientes están harto menos cagados que tu.

...... Obvio, por eso yo voy a un psiquiatra y me psicoanalizo, es para huevones más cagados como tú o como yo... para cosas .... más - más .... serias ¿no?

....... Eres un imbecil completo... vamos Pedro... me hastié de este pendejo.

....... Adío Pedro, y trátamela bien.

...... Vamos, por favor que no lo soporto...

... Te juro que me relajo manejando, déjame. La magda maneja por la costanera como una loca. Con razón te relaja manejar, si vas como a... oye no, párala que esto no es pista de carreras, nos vamos a sacar la cresta, Magda, te pido por favor que disminuyas la velocidad que nos vamos a matar.

... Oye, por qué los hombres siempre creen que las mujeres manejamos mal. Si fuera Esteban o hasta Gabriel el que maneja rápido te apuesto que no reclamarías nada.

... Magda, si Esteban o Gabriel o el Papa fuera a 140 kilómetros por ahora por la costanera a las 12:30 de la noche, un día sábado, te puedo jurar que iría igual de nervioso. Y tu mejor que nadie deberías saber que lo último que tengo es ser machista.

.... A no?

... No, no sé, no está en mi, ni siquiera lo digo como virtud, no soy machista, no creo que nadie haga algo mejor ni peor por ser hombre o por ser mujer ...

... Entonces eres un ingenuo pos Pedrito ... que quieres que te diga.

.... No te entiendo Magda ... tu crees que las mujeres o los hombres tenemos capacidades, además de la fuerza física claro, por el mero hecho de pertenecer a un determinado género?

.... No es que lo crea, es así, está archi-comprobado, no hay ninguna duda.

... UFFF, no sé si esté o no comprobado pero no se me ocurre nada en lo que un hombre o una mujer puedan hacer algo especialmente bien o especialmente mal por su genero. Te juro que lo pienso y lo pienso y no me viene un sólo ejemplo.

.... Pedro precioso, si eres un niñito chico.

... ¿A si? Porque no soy machista soy un niñito chico.

... No, porque eres un engrupido no más. Porque se te pasa la mano y te pones más papista que el papa. No sé pos Pedro, que quieres que te diga. Creo que ni la más feminista de las feministas - que sabes que no es mi caso - podría argumentar seriamente lo que estás explicando.

La Magda me mira mientras hace ya rato ha bajado la velocidad. Yo también la miro, con un poco de pena y trato de calibrar la voz y el tono con el que le hablo. No quiero parecer enseñándole a ella lo que es ser mujer, pero no se, de alguna manera siento que lo se casi mejor que ella, justamente porque yo lo veo todo desde afuera. Comprometido, claro, pero desde afuera.

Tal vez tenga que ver con que siempre me he relacionado con ustedes de alguna manera como un igual. Que se yo, tratando de comportarme o hacerlas sentir que no estoy compitiendo por ganarme espacios de ustedes sino que tratando de acercarme por sus ojos, a través de sus miradas, y como no son las mías, como no podrían ser, a veces soy como un anfibio que aunque vive todo el día dentro del agua, a ratos tiene que salir a respirar porque o sino se ahoga. Creo que hay algo de eso, de todas maneras, y tal vez justamente por eso es que cada vez trato de salir menos, de quedarme más rato a dentro, porque se que estoy en desventaja, porque aunque lo quiera y lo quiera nunca voy a conocer la sensación de tener un ser vivo latiéndome adentro, no lo sé, creo que ese es el ejemplo más peculiar...

La Magda empieza de pronto a disminuir más y más la velocidad. Está callada. Se detiene al borde de la calle y se cunetea hasta dejar dos ruedas arriba de la vereda. Estamos justo en la esquina de Manuel Montt. Al lado está la parroquia del Universitario Inglés, siempre gris y como tenebrosa. La Magda se saca con cuidado el cinturón de seguridad y se pone muy seria. Yo no sé que pasa, es decir, sé que me va a decir algo importante o que va a tener un gesto que quiere que quede claro, pero

.... Sus dedos toman mi cara con toda la brusquedad de la que es capaz, ( aunque los dos sabemos que no es mucha) y me dice despacio

... porqué no te puedes enamorar de mi huevón.

Yo me quedo helado porque no tengo respuestas, me agarró totalmente de sorpresa... nunca me lo he planteado así, es decir cuando lo he hecho ha sido en forma, como decirlo, más general, no referida a ella en especial sino a mi imposibilidad genérica y amplia de enamorarme de nadie, o de permanecer enamorado un tiempo razonable. Pero eso ella lo sabe, lo sabe hasta mejor que yo y sé que no podría soportar una disculpa tan burda. La comprendo, se exactamente que no me está preguntando porqué no me puedo enamorar en términos amplios sino simplemente porqué no me he enamorado de ella. La Magda está hermosa y aterrada, me mira a los ojos sin despegármelos ni un segundo, tratando de mantener el tono de ultimátum, aunque se que por dentro se está demoliendo entera, que lo que yo le conteste la va a afectar mucho, pero todavía no se a donde va. La conozco demasiado bien como para que creer que me está presionando o que quiere que le conteste que si la amo, o que podría amarla o que tal vez con el tiempo ... no, ella quiere saber porqué el Pedro de hoy, este que la mira no la ha podido amar, y esa es una posición tremenda, porque la implica a ella y me implica a mi y a su manera de ver las cosas y a mi manera de ver las cosas, pero por qué ahora?, ¿Qué importancia real puede tener?

Le tomo las manos, rígidas y metidas entre sus rodillas y con cuidado comienzo a besar sus dedos, su palma, a sentir en mi cara esa tibieza tan rudimentaria de su piel. Trato con todo mi corazón de decirle que si es importante para mi, que me costaría entenderme sin ella, que...

La Magda cierra los ojos por un segundo y parece entregarse a mi gesto, pero los abre rápido y en su mirada puedo ver un poco de rabia con ella misma. Me quita las manos con suavidad y vuelve a mirarme con calma, esperando. Por favor, contéstame, sabes que es importante. Sabes que no te haría una pregunta así si no lo fuera.

Cresta. Por qué con la Magda me pasa siempre lo mismo. Hace un instante era ella la descompuesta, la suplicante y de repente me veo abrazado a su cuerpo y llorando como un niñito chico. La Magda siempre sabe como conseguirlo.

No lo sé. Te lo juro, no lo sé... me trato de limpiar las lágrimas con la manga y la Magda saca un pañuelo de papel de su cartera y me lo pasa. ¿Tienes alguna noción de como te amo yo a ti? Me dice con tranquilidad.

Yo siento que la cabeza me zumba. Esto no es justo, la Magda no me puede estar diciendo esto a mí, por la cresta, no.

Sus ojos clavados en los míos me hablan de tantas y tantas cosas que no soy capaz de enfrentarlas juntas. Me repongo un poco y suelto la única idiotez que se me viene a la cabeza... Habría jurado que todavía estabas enamorada de Esteban.

La Magda se enoja, se pone seria y me empieza hablar desde más lejos mientras saca un cigarro de mi guantera y lo prende. Me tiento a decirle que hace años que no fuma, pero me parece que sería seguir cagándola así que simplemente la escucho.

Te das cuenta como eres de tonto, de idiota... que no tienes idea de como somos las mujeres, de como sentimos, de como nos entregamos. La Magda me está dando manotazos suaves que me conmueven. Su voz es una mezcla de desesperación y ternura que se me va clavando por partes del cuerpo que no sabía que existieran.

¿Sabes hace cuanto que no duermo con Esteban? Meses... ya ni me acuerdo cuantos. No, si me acuerdo, ¿sabes desde cuando? Casi exactamente desde ese día que me quedé en tu casa y metidos en la cama nos quedamos conversando tanto rato que se nos olvido hacer el amor y despertamos como a las dos de la tarde y tu me trajiste desayuno y me fui a la ducha y después tu me secaste el pelo con el secador y me fui a comer a la casa de mis viejos con esa sensación irrepetible de... de haberme enamorado huevón, de haberme enamorado de ti. ¿Como puedes ser tan ciego Pedro, por la cresta?

La Magda llora sola. Trato de hacerle cariño en la cabeza pero me da un manotazo. Soy una imbécil, así de simple, la tonta pensando en que me podías llegar a querer sí te daba tiempo, sí te daba espacio, sí...

Miro a la Magda anonadado, como durmiendo, ella está tan frágil que me cuesta reconocerla. Imagino a esa mujer en mis horas y calza. ¿Como podría no calzar? Pero puta, ¿si me equivoco?, ¿Si no sé hacerlo’, ¿si hago las cosas mal?

Vamos a tu casa Pedro, ¿ya?

No sé si sea buena idea, creo que tal vez deberíamos esperar unos días y conversar.

¿Conversar de qué? De tus rollos, de tu falta de compromiso, de tus miedos. Para eso pide hora en mi consulta, con tu plan puedes conseguir que la Isapre te devuelva hasta 20 UF’s al año por consultas psicológicas.

Puta Magda, estoy tratando de hacer las cosas bien, ¿no te das cuenta? ... Estoy tratando de no hacerte daño.

... Y yo te estoy diciendo que soy una mujer grande, que sé cuidarme sola y que quiero dormir contigo, pasar el fin de semana a tu lado, que me hagas el amor sabiendo que yo te amo, sin que te puedas hacer el idiota. ¿Creo que he sido suficientemente clara, no? Si no quieres, perfecto, pero no me digas que es por protegerme, de esa parte me preocupo yo.

Sabes que pasa Magda, creo que no es cierto, que de esa parte no te preocupas tú, creo que las mujeres nunca se preocupan hasta que llega el momento de los reproches. Hasta que llega el momento de buscar culpables.

Perfecto, ¡Anda a dejarme a mi casa! La Magda se baja del auto y da la vuelta. Camino por la calle, espero que ella esté dentro y cierro su puerta. Luego me arrastro hacia el lado del conductor, prendo el motor y parto.

¿Dónde vamos? A mi casa, contesto ¿Estás seguro? No, para nada, pero se supone que tengo menos que perder, que eres tú la frágil aquí, la que está en peligro de ser utilizada por un hombre malo e interesado.

No te pongas pendejo Pedro, no te queda. La Magda se acurruca en mi hombro mientras manejo. Con la cabeza roza mi cuerpo, se acurruca, se estira. En una luz roja Magdalena me mira y me dice sonriendo. Dame un beso. Me inclino para besarla y me doy cuenta que no recordaba lo dulce que son sus labios.

¿Quieres algo de comer o de tomar? La Magda me mira con unos ojos repletos de miedo, pero está contenta. No, no quiero nada me responde y me tira contra el sofá entre cosquillas. Siento como mis manos poco a poco encuentran la piel blanca de la Magda, que se despoja de las prendas de a poco.

Por un minuto nuestros cuerpos se separan. Como una pequeña pausa que avecina una embestida mayor, miro a la Magda y le digo al oído. Tenemos mucho tiempo para estar juntos. Te importaría si hoy sólo dormimos abrazados. La Magda me mira con ojos de duda. ¿Cuánto es mucho tiempo para ti?, ¿Hasta el Domingo en la noche? ¿Hasta el lunes en la mañana?

Me siento atacado por un instante, pero me doy cuenta que la Magda tiene derecho a hacerlo, derecho a defenderse de cualquier ambigüedad, por lo que la tomo por la cabeza, la miro a los ojos y le digo despacio. No sé cuanto sea mucho tiempo, pero no hay plazos. Me encantaría decir que eso es siempre, pero no lo sé, espero que algo parecido.

La Magda me mira y se acurruca nuevamente en mi pecho. Siento la humedad de las lágrimas y el aliento cálido que se escapa de su boca. Te quiero, le digo, y ella no dice nada, sólo me mira.

Capítulo VI

VI

Santiago se enciende por capas. Desde arriba hacia abajo, como todo en la vida.

Este departamento tiene de vista todo lo que tiene de chico, piensa Magdalena, mientras toma una copa de vino blanco (demasiado) frío, apoyada en el balcón.

Mirando las cosas con calma, no hay demasiadas diferencias entre lo que creemos y lo que de verdad existe. Eso es ahora, claro, que ya no creemos en nada.

Alguna vez escuchó o leyó que una joven cantante, que no recuerda, había comentado que cuando andaba fuera de Chile extrañaba el olor de la ciudad. El comentario le pareció en gran medida absurdo, porque salvo algunas contadas tonalidades de aroma, el resto de Santiago es una mugre. Es cosa de ver por la ventana y darse cuenta que el remedo de bruma londinense, aquí, es pura mierda. Pero al parecer la “entonces famosa y joven cantante” no era simplemente tonta, reconocía que el olor de Santiago era olor a humo, a Smog y eso ya es otra cosa, porque puestos a escoger aromas, recuerda a un conocido filósofo que dedicó la vida a olfatear sus propias heces, su propia mierda, lo que si bien es un asco, no deja de tener algo de original.

Olfatear Santiago puede ser entonces un acto de reflexión, y disfrutar de lo que se huele, uno de incomprendida erudición. Magdalena apura un sorbo largo de vino y se ríe. No hay caso, piensa, no hay caso.

¿Cuantos hombres han estado de pie junto es este balcón? No muchos, pero demasiados. Parece una contradicción pero para nada. Ella lo sabe porque siente que su piel tiene más llagas de la cuenta. Una cosa es tirar con un huevón, y ese no sería ningún problema, en esas materias nunca puede ser mucho o poco. El problema está en los que han dormido entre estas paredes. Una tiene una capacidad de amar casi ilimitada, pero las formas de amar se desgastan tan rápido.

La primera vez que se ama, se pierde la ingenuidad y no vuelve. No vuelve nunca, aunque intentemos nublarnos el recuerdo y dejarnos engañar, ya nunca es lo mismo.

Recuerda la primera vez que hizo el amor. Tiene perdida la cara y el cuerpo y hasta el recuerdo de la piel de ese lejanísimo compañero de facultad, que hablaba tanto que esa fue la única manera de hacerlo callar. Ahora se lo topa de vez en cuando en el supermercado, pero es otro, le cuesta reconocer en ese señor con tres guaguas a su primer amante. Lo que jamás ha olvidado, sin embargo, es la sensación que sintió cuando se dio cuenta de que el tipo estaba dentro de su cuerpo. Una invasión, esa es justamente la palabra. Un convidado de piedra que ocupa demasiado espacio, que no deja lugar para las sensaciones propias.

Lo odió. Lo odió porque después de terminar, (por fortuna a los muy pocos minutos) él trató de abrazarla y ella lo único que quería era sentirlo lejos y el trataba de decirle que no había nada de malo y que él la quería y que... pero a Magdalena no le interesaba eso. Por supuesto que sabía que hacer el amor no tiene nada de malo, pero no lo quería cerca porque sabía que no lo amaba, que ella se había metido en esa cama en la playa de puro huevona. Que se había dejado acariciar hasta que su cuerpo reaccionó por instinto, sin darse tiempo para pensar.

Lo odió porque fue tierno y ella no lo quería. Porque cuando comenzó a penetrarla y se dio cuenta de que era virgen la miró con dulzura y le pregunto si quería parar, y lo dijo en serio, con respeto y fue ella la que lo tomo y lo obligó casi a entrar y el dolor no le importó nada.

Pero no lo quería y se sintió invadida y ni siquiera podía culparlo porque él, cuando se dio cuenta que era virgen, le ofreció una tregua y fue ella la que no aceptó, la que no supo rendirse a tiempo.

¿Será que de verdad alguien está siempre con nosotros, mirándonos? Figuras que nos acompañan.

“Ángel de la guarda, dulce compañía... ” su madre la hacía rezar la oración cada noche, de rodillas al lado de la cama y ella se dormía después, tan tranquila, imaginando a esos seres como niños chicos, de su edad, que la regaloneaban y le tapaban los pies igual que su mamá.

A veces parece fácil suponer que es cierto. En realidad es cosa de mirar un poco más por la ventana y darse cuenta que existen ciertos ordenes. Pero nada es perfecto, piensa, mientras la copa de vino ha ido bajando, hasta que sólo quedan unos pedazos minúsculos de corcho flotando como en un charco.

Pedro me habría retado. Jamás traspases el corcho al abrirlo. ¿Ves lo que pasa? La Magda se queda pensativa. Pedro es lo más parecido a un ángel de la guarda que me queda. Puta, como cambian los tiempos. La mujer se ríe mientras se saca con los dedos pedazos de corcho que se han quedado pegados en su lengua y respira profundo.