jueves, 4 de enero de 2007

Capítulo I


“Sorrow is knowledge: they who know the most must mourn the deepest o’er the fatal truth, the Tree of Knowledge is not that the Life”.
Lord Byron.

I
Nunca se trató de eso y el viejo lo sabía. Por eso, detrás de su risa de enfermo, se dibuja una lucidez harto más terrible. Cada día, a la misma hora, se sitúa en el mismo lugar, esperando a los incautos, a los incrédulos, para comenzar con esa cantinela añeja que nos tiene hartos. Pero el viejo sabe bien que ésa es sólo una pequeña preparación, un bosquejo borroso de lo que vendrá después.

El cigarrillo que ha teñido su bigote y sus manos para siempre, es también una excusa. Es bueno tener la boca ocupada en otras cosas, había dicho la voz y él había comprendido.

“Debajo de las rodillas está el suelo que pisamos cada día. Pero vosotros, los hombres, no os percatáis de las rejas que os cubren de pies a cabeza, sino hasta que ya es demasiado tarde”.

El viejo lo había escuchado mil veces y por eso estaba siempre alerta. Por eso trataba de no alejarse demasiado de las huellas de sus pies o de la muralla gris del templo.

El camino hacia lo que espera está teñido con la sangre de otros muchos de mi raza y las orillas están cubiertas y ajadas, pero aún las conservo. Nunca se sabe cuando volverán y hay que estar preparado, piensa el viejo, mientras el cigarrillo tiñe su bigote y sus manos sin prisa.

Siempre hay tiempo. Aún cuando no hay esperanzas, esta hora es como la próxima, todo se nos devolverá cuando estallemos en el delirio de comenzar a comprender.

¡El pavimento ha cambiado tantas veces! ¿Es que no hay descanso para los viejos?

Un ruido sordo que se repite es la señal. Uno y otro. Uno y otro. Sé que están cerca, los puedo oler.

El viejo loco levanta la nariz como espiando un viento que se ha ido repletando de partículas en suspenso y en ese hedor a humo, también es capaz de reconocer mensajes y símbolos. Nada puede ocurrir aún, ¡la voz no lo ha dicho!

Dejad de existir por un segundo y podréis renacer desde la escoria de los metales calcinados. Dejad que ellos hablen por mi lengua que es como un trapo en que se ha secado el sudor todos, en cada visita, en cada viaje. Cuando vienen, las voces se clavan aquí.

El viejo se toca la punta de la lengua con unas garras negras y arrugadas y luego sonríe.

Nada de vosotros es carne del cielo, pero mirad mi lengua que se enrosca devorada por víboras hoy y ayer y antes. Mirad mis ojos, crisálidos, moribundos, que no dan tregua, miradme, en fin, aquí me tenéis y soy el que no tiene nombre. ¡Queréis más señales!

El viejo sabe que no se trata de eso, que nunca se ha tratado de eso, pero es necesario ganar tiempo...

Pero no hay posibilidad de renunciar, éste es mi sacrificio, mi cruz sobre los hombros, mi corona de espinas; las alas rasgadas que dejaron al caer. ¡Saberlo o no!, ¡decirlo o no!.. que más da... Ya he jugado demasiados juegos, las reglas no me preocupan.

No, no hay tiempo para preguntas o para dudas. Están tan cerca que hasta puedo olerlos, a pesar de este olor a nicotina que me enferma.

El pobre viejo loco se restriega las manos e indica un punto impreciso en la palma agrietada. Aquí, antes, otros pusieron el cetro y lo olvidaron, pero volverán y esa será mi hora. Los veré avanzar y dormiré tres días. Aquí está el cetro, les diré, lo he guardado bien. Podéis dejarme dormir ahora, que ya es tiempo.

La última noche será mi noche y los que se burlaron de mis bigotes teñidos de nicotina se inclinaran para besar mi traje. Soy la voz que habla a quienes ya no escuchan, mi mérito es mayor porque lo he sabido siempre. Soy el que siembra en la tierra estéril para que otros, en otro lugar, acopien las mieses tiernas que crecen en tierras altas.

El pobre viejo loco contempla las sombras y busca con la cabeza erguida la llegada de los mensajeros.

Son ellos y son todos, no hay más respuestas. No me dejéis vagar sin rumbo cuando sabéis también que él está en vosotros, que él ha caminado por las colinas sin tocar el pasto para que los demás alimenten las reces y se colmen del barro carnoso en el que crecen las briznas verdes.

Oid lo que os digo, creaturas, sois como Él os ha creado y sois perfectos, Oidme, no hay lugar para lágrimas. Lo he comprendido tan tarde, pero sois vosotros mismos los mensajeros. Los que son y han sido desde el principio.

3 comentarios:

En el fotograma dijo...

Hay fluidez en lo que escribes: así, uno lee sin detenerse. eso sucede cuando lo que se lee, captura...

gran salute, seguiré llegando.

Anónimo dijo...

bueeno, llegamos por casualidad y nos enganchamos, primero nos enganchó tu nombre, Sorel, y luego el título de tu novela y luego tu novela en sí. Seguiremos leyéndola con enorme interés, ya no la podemos dejar...

Nadiezhda dijo...

Ya la leí completa, seguiré con los cuentos mañana. ESperando el próximo capítulo. saludos