viernes, 5 de enero de 2007

Capítulo VII


VII

El aire arremolinado se va desparramando por todas partes. Es como si de pronto todo fuera viento y se vuelan las hojas de los arboles formando dibujos grandes en el aire. El viento levanta polvo por todos lados y yo me restriego los ojos para sacarme un pedazo de tierra que me entró de repente. Amo el viento. Siempre creo que me limpia, que me despeja.

El tonto de Gabriel hace magia para que las servilletas no vuelen, y verlo es divertido porque sus brazos largos parecen reproducirse para atrapar cada hoja de papel. La Magda lo mira con ternura, (La Magda siempre mira con ternura), y en lugar de reírse empieza a poner saleros y cartas y mostazas sobre las servilletas y los papeles de Gabriel para que no se vuelen.

El mesero se ha demorado un siglo en atendernos, el pobre está complicadísimo con los quitasoles que se abren y también se vuelan. Al final llega y nosotros volvemos a reírnos porque todas las cartas están estratégicamente distribuidas para atrapar servilletas y papeles pero como menús no sirven de nada. Sabe que, dice Esteban, traiga cervezas y churrasco palta para todos, me parece una decisión ecléctica ¿No?.

A Esteban le encanta decidir por el resto, es como su forma estar presente y de verdad reclamarle sólo lleva a armar unas tremendas pelotera porque el idiota se ofende y se siente pasado a llevar, que es buena intención y que si alguien no está de acuerdo en realidad era una propuesta. Lo cierto es que con el tiempo, en este clase de cosas hemos creado una especie de pacto de no agresión, que implica aceptar parte de sus manías, con el compromiso de poder putearlo cuando vale la pena.

Bueno, rico, dice la Magda, ¡que cervezas tienes?.

Esteban la mira con ojos de “tocado”, y al mozo no le queda más que ir a buscar una carta de otra mesa y estirársela a la Magda con una sonrisa cómplice. Una escudo para mi, dice la Magda con esa voz ronquita que siempre me deja helado. Eres increible, jamás tomas ninguna cerveza que no sea escudo, para que cresta necesitabas la carta? P-o-r-q-u-e n-o s-i-e-m-p-r-e, e-n t-o-d-as p-a-r-t-e-s, h-a-y e-s-c-u-d-o, my darling.

Bueno, ¿escudo para todos? Dice Martín, y mira a Esteban con una ironía sana.

Esteban se hace el tonto y asiente con la cabeza. Entonces son seis escudos y seis churrascos palta.

- Para mi en pan de molde, por favor, dice la Rosario, mientras se acurruca en el hombro de Gabriel y pone cara de frío. Oye, este viento está bien helado, porque no vamos adentro?

- No pues Rosario, no ves que lo lindo de aquí es poder mirar la calle, la gente que camina, el parque allá al frente.

Gabriel siempre la reta despacito, para que nadie se de cuenta... la Rosario se vuelve acurrucar en su hombro y repite un gesto de frío pero nadie anda con ganas de hacerle caso.

¿Ana no viene?

La Magda se dirige a Martín, pero como no encuentra sus ojos me mira a mi.

No sé, le digo, yo entendía que sí, pero bueno, la obra empieza a las 10 y son las 9, ustedes saben ...

No viene... Martín tira las palabras como un escupo. La Magda trata de relajar las cosas pero se muere de la curiosidad y al final le pregunta.

No se porqué... me llamó en la tarde y me dijo que ella creía que no iba a poder venir.

Pucha que lata, dice la Rosario sin mucho ánimo. Todos sabemos que a la Rosario le complica la relación del grupo con Ana. De hecho todavía en confianza habla de Ana como la nueva y aunque no hace comentarios públicos, todos nos damos cuenta que hay algo de ella, o más bien de nosotros con ella que le molesta.

Alguien sabe de que se trata esta cosa?, pregunta Gabriel.

Mira, es la historia de un grupo de amigos super unidos que terminan peleados por una mina.

Córtala con tus idioteces Esteban, ya...

La Magda habla en serio y mira a Esteban con unos ojos partidos, como con pena.

La Rosario que no entiende la broma, o que más bien se hace la que no entiende, le dice a Gabriel con voz ingenua... ¡Viste que no es de terror!.

- Ahh, no seas tonta, claro que es de terror, ¿Te parece que pueda haber algo más pavoroso?

- Puta Esteban, por favor córtala. Ahí viene Ana así que ¡por favor!

- Sé que a la Magda de alguna manera le encanta esa personalidad tan sarcástica de Esteban, que a ratos le envidia ese desparpajo con el que hace sus bromas crueles, pero claro, a veces como todos nosotros deja de soportarlo.

Es raro pensar que antes estuvieron tan juntos y ahora, bueno, ahora ya parecen haber renunciado y las pocas señas de eso otro se quedaron en estas peleas tan duras... En la forma de herirse. Para hacerse daño, para hacerse daño de verdad, hay que estar cerca, conocer los puntos débiles, tal vez por eso ciertas cosas de las relaciones se van perdiendo, pero la manera de herirse permanece como un ancla que nos sujeta y nos recuerda todo el tiempo que al entregarnos a alguien, también le entregamos poder para dañarnos y

- Ana camina desde el parque, la Magda la vio desde muy lejos. Viene mirando el suelo y jugando a esquivar quien sabe que cosas en el pasto. Cada cierto rato se acomodo un mechón de pelo lacio detrás de la oreja y continúa sin casi mirar hacia adelante. Sé que es linda, aunque no tengo mucha idea de las cosas de ella que me gustan. El viento en el parque me fascina, es como si no fuera una sino miles y miles de hebras que se van entrecruzando para mostrarse, para mostrarse en las hojas o en el polvo arremolinado o en el pelo de Ana en el que se enredan todos los vientos y lo hacen volar sin orden.

Viene como siempre, todo el cuerpo abrigado pero con las piernas largas y flacas al descubierto, con una pollera corta, pero medias gruesas y de lana.

Mientras Ana se acerca, la Magda se para y le deja un lugar al lado de Martín. Me río porque también queda al lado mío, la vida tiene sus vueltas, pienso.

Ana llega saludando contenta, recorre la mesa despacio, como es ella y va repartiendo besos a todos mientras sus dedos se van quedando también como pegados en los mechones de pelo que insisten en caer sobre su cara. A Martín lo saluda con un beso en los labios y lo despeina con una brusquedad que es su ternura. Él la mira con una profundidad triste que me pone nervioso. Cada vez que Martín mira a Ana siento como si la perforara de preguntas sin contestar. Este huevón del Martín no se va con chicas - con razón esta mina tan rara al fin de cuentas está con él.

Cuando me toca el turno, Ana está un poco lejos, la silla de Martín nos separa así que se da un beso en la mano y me roza la cabeza, da la vuelta y se sienta entre nosotros dos. Estoy cagado, no sé si mirarla o tratar de hacerme el tonto. Sé que lo que pasó entre nosotros no es importante y que lo hablé con Martín y... pero que cresta, mi liberalidad no es tanta y sentir su perfume y estar tan cerca y tener a Martín ahí al lado, es como demasiado así que como un maricón me refugio en tierras conocidas y me pongo a hablar con la Magda, que aunque aún no sabe la historia, se que la intuye hace rato.

La Magdalena me escucha hablar de la película, que yo ya vi, y sé que me entiende. Sé que sabe con certeza que me estoy escondiendo de Ana y de Martín. Habría pensado que a ella no le importa por mi, es decir, que ella de alguna manera conoce las reglas del juego, pero hay algo que parece costarle, que no entiende, y sé que no lo entiende porque mucho tiempo después me lo preguntó y yo como siempre no pude contestarle.

¿De qué se trata la película? Pregunta Ana. Esteban mira a la Magda con una sonrisa terrible y ella se apura en decir que el único que la ha visto soy yo.

Ana me mira... y me dice despacio. No me la vayas a contar, por favor, quería saber de que se trata no más.

Creo que es mejor que la vean. Digo eso porque me da lata empezar a explicar leseras, porque además está película no se trata de nada que sea muy relatable, que sé yo, si les cuenta la trama es una lata, pero hay que verla, así se entiende o al menos uno cree que la entiende o se hace el que la entiende.

La Rosario, que goza haciéndose la tonta vuelve a insistir. ¿¿¿Pero es de terror???

Puta madre Rosario, que importa, osea, que hace que una película sea de terror? ... No sé, no es de acción ni de romance ni de suspenso... o sea, es de cualquier cosa cachai, pa’ mi al menos “La Lección de Piano” fue de terror, de pavor por donde la viera, me cagué de susto con el cuento de un amor así, de una venganza así, de la perdida, de la falta de pureza, de las mentiras, de todo ¿que se yo que te da terror a ti?, de repente ser infertil y que tu marido te deje porque no le puedes dar hijos, ¿algo así?

. Córtala Esteban , dice Gabriel con un tono que es tan raro en él que cuando aparece significa que de verdad está molesto.

- Está bien, perdón, fue un rollo mío Rosario, nada contigo, te juro.

- No, no te preocupes, si me di cuenta que algo te pasa a ti, pero bueno, ¡alguien podría decirme de que se trata la película!.

- Los ojos de todos parecen detenerse en mi, pero yo no tengo ganas de comentar acerca de la película, de hecho, ya a estas alturas empiezo a sentir que ni siquiera tengo ganas de verla de nuevo, ni de comentarla a la salida, ni nada de nada. Pero puta, si yo me pongo idiota, que fui el de la idea, que queda para los demás.

- Miren, en realidad es la historia de un grupo de titiriteros que de tanto viajar van perdiendo la memoria de sus lugares de origen y se ven obligados a inventarlos, a imaginar que pertenecen a algún lugar.

- La Rosario se queda muda y mira a Gabriel, Ana me queda mirando y después de un rato me pega un manotazo en la cabeza - eres un tonto, te juro que casi te creo...

- Yo, algo más relajado, también me río un poco mientras los demás recién caen en que ese no es el tema de la película.

- Esteban mira a la Magda como queriendo decir, yo fui cruel con mi versión libre, pero este otro no tiene nombre...

- La Magda lo mira de vuelta, y le dice... la sutileza en ocasiones da lugar a mayores libertades creativas, ¿no te parece? Nadie más se da cuenta de este dialogo y yo le sonrío a la Magda como un brindis y ella levanta un poco el vaso y se ríe a carcajadas.

- ¿Y tu porque te ríes Magda? La Rosario no soporta no estar enterada de algo y empieza a exigir que le expliquen. Nada, te juro que nada importante. Oye Magda, dice la Rosario, si no me importa si es o no importante, si cacho que la mayoría de las bromas no son importantes, son sólo divertidas, pero sabes que me parece super feo que no lo comportan.

Eres una curiosa Rosario, no te han enseñado que eso mismo mató al gato. Mira, ya, no me cuenten, perfecto, pero que conste que me carga y sí, soy curiosa y me carga no saber de que se ríen.

Te juro que de nada grave, tonta, nada divertido siquiera. La Rosario pone cara de amurrada y se vuelve a acurrucar en Gabriel. Oye Rosarito, le digo, querís saber de que se reía la Magda?

La Magda me mira con cara de, ¡cuidado con lo que dices!

No si da lo mismo, lo que pasa es que yo estaba tratando de molestar con las patas a Esteban y le estaba pegando hacía rato a ella, nada más.

La Rosario se muere de la risa y no entiende que tenía de secreto. La Magda por mientras me mira y se ríe de nuevo y volvemos a brindar con las cervezas.

- Esteban sonríe y, un poco vencido, mira el reloj y pide la cuenta sin preguntar a nadie.

- A nuestro al rededor la noche de primavera se terminó de cerrar y el aire un poco más frío tiene olor a día despejado y podemos mirar con nitidez las luces del parque que se van prendiendo poco a poco, por hileras. Está lindo, pienso, tal vez no sea buena idea encerrarme a ver una película que ya vi. Pero me falta ánimo... Podría agarrar a la Magda de un brazo y llevármela a columpiar al parque y contarle la película. Ella siempre opina que las películas le parecen mejores cuando se las cuento que cuando las ve de verdad, pero... no sé..., si pudiera quedarme con Ana sería distinto, pero ese sería un golpe demasiado bajo que me parece injusto. Es decir, a Martín le dolería mucho, se sentiría engañado y aunque el aún no ha dicho nada sé que le afecta de verdad compartir a Ana con nosotros, es decir con Esteban y conmigo. Además sería una chuecura con la Magda, y quien sabe... mejor nos vamos al cine.

- No entendí nada Gabriel, ¿porque siempre vemos películas tan raras? ... pero si no me dio ni miedo, estaba aburridísima y me quedé dormida no se cuentas veces... pucha es que en una película tiene que pasar algo, en esta era puro caminar, tirar una cosa amarrada a un cordel, una casa que temblaba con un tren y nada más, y esos tipos rarísimos que buscaban ¿qué? ¿Un meteoro? No si no hay caso, las películas raras siempre son malas, no hay caso, no vengo más a ver películas recomendadas por Pedro.

- Esteban y la Magda vienen juntos y se me acercan. De alguna manera creo ser yo siempre el que se queda solo. Esteban y la Magda, Ana y Martín, Gabriel y la Rosario. Todos ellos tienen algo de verdad que los une, hasta el odiarse un poco, como la Magda. O esa necesidad morbosa que tiene Ana de saber que un hombre como Martín, tan íntegro, con ella es capaz de robar un banco y salir corriendo y después con las manos llenas de billetes preguntarle... ¿está bien? Y Martín no es un paria, por dios, si ese es el tema, es un tipo increíble, es sólo que con Ana encuentra motivos para estar un poco menos triste, para recobrar quien sabe que cosa que perdió muy chico, y acercarse a la felicidad, en definitiva, es un vicio, como cualquier otro.

A veces siento que yo estoy al margen de las paridades, que lo mío funciona en el silencio, como si no me hiciera falta expresar más cosas, o de otra manera. Sé que hay parte de esto que es mi culpa, ¡cómo no va a ser! Pero a ratos hasta creo poder sacrificar algunas cosas de mí, para jugar un poco a la normalidad.

Me quedo parado y miro a las tres mujeres del grupo y me río solo. Me he acostado con las tres, pienso, hasta con la Rosario, antes de que pololeara con Gabriel... y ahora ninguna esta conmigo. Me quedo un rato comparándolas, son tan inmensamente distintas que me pierdo entero. La Rosario es lejos la más bonita, pero... bueno... es la Rosario y esa es una carga con la que pocos pueden. Me acuerdo de lo despacio que gemía, como si le diera un poco de vergüenza (y le daba) y como después de hacer el amor se acurrucaba en las sábanas y fumaba con cuidado sin botar cenizas.

Oye compadre, increíble la película... Esteban me samarrea y yo doy un salto porque estaba perdido en las piernas de la Rosario, perfectas y apretadas y pensando como esas piernas no me sirven de nada al lado de las otras piernas de mujeres que están tan cerca. Las de Ana, como dos hilachas que dan frío de mirarlas y las de la Magda, que sí me parecen perfectas, un poco menos flacas que las de Ana, con un poco más de forma pero sin estruendos, sin pantalones apretados, sólo ahí, dejadas al azar y hermosas.

Buena, le contesto, pero me quedo con El Sacrificio. No puedo creer que no la hayan visto antes, o sea, digo porque ésta salió acá hace más de 10 años...

No, si esto de ver películas raras les baja contigo no más Pedrito.

La Rosario cree de verdad que su simpleza es su fuerte, y tal vez sea verdad, al menos no me imagino a Gabriel dejándola, o a ella tratando de dominarlo en público... pero, como decirlo, cuando uno ha estado dentro de una mujer se develan algunos misterios que ... no sé.... la Rosario algún día va a explotar y no me gustaría estar cerca.

Ana se me acerca por detrás y me da un beso en la mejilla. Gracias, en serio, me encantó la película. Gabriel está a un metro y nos mira con pena. Como podría explicarle que no competimos en esto, que Ana jamás podría elegirme de verdad. Pero puta que lo entiendo, todos quisiéramos tener las cosas enteras, y sin embargo hay partes de Ana que me pertenecen a mi y no a él de la misma manera como siempre he creído que la Magda es tan de Esteban que al mirarlos juntos, conversando tan en serio sobre los códigos y los símbolos de la película, yo paso a ser anécdota. Aunque el caso de la Magda es más complicado. Creo que ella si me podría soportar y que el problema está de cierta manera en mi. No me gusta alguien tan parecida a mi mismo. A veces la veo y me reconozco en ella y me bajo un miedo atroz de encontrarme como tantas veces en la cama con ella y de pronto descubrir que he estado haciendo el amor conmigo. Huevas no más, puras excusas diría ella.

¿Nadie le avisó a Jorge y la Maca? Pregunta la Magda.

Esteban la mira casi con rabia. ¿Porque habría que haberles avisado? Puta, porque somos amigos y... ¿Y por qué no les avisaste tú, por ejemplo? Porque sabrás Estebancito de mi corazón, que tú me avisaste a mí media hora antes de juntarnos por lo que me pareció obvio que ya le habían dicho a todos.

Me carga esa palabra. Te lo prometo Magdalena. ¿Que cresta puede significar... todos.... ? Todos son... ¿los de siempre? ... ¿los que deberían ser de siempre? ¿Los que yo quiero ver?, ¿Los que tú quieres ver? O tal vez deberíamos hacer un escrutinio popular entre los amigos para votar a quien se invita.

No Magdalenita, “todos” es una palabra demasiado grande para mi vocabulario, y cuando algo me queda grande trato de no usarlo. Queda feo no crees.

¿Vamos a tomar algo?, pregunta la Rosario. Yo no, dice Ana, prefiero estar un rato más con Martín, tenemos cosas que hacer. Ana se abraza un poco del cuello de Martín y le da un beso largo. Todos sin querer nos quedamos como embobados en esa imagen. Ana empinada besando ella a Martín, y diciéndole cosas al oído mientras él la sostiene firme por la cintura y la va arrastrando. La Rosario de repente se ríe y le dice a la Magda... sabes que más, creo que a mí me dieron ganas de hacer exactamente lo mismo que a estos dos.

... Pedro, llévame a mi casa por favor, dejé el auto guardado.

.... Esteban mira a la Magda sin expresión. Bueno, ¿Calabaza no más entonces?, nos vemos luego, sshaoo mi amor.

.... La Magda le quita la cara y lo mira con rabia. Tu no amai a nadie, ese es el problema. .... Bueno, habló mi psicóloga contesta Pedro.

..... Puta, te juro que mis pacientes están harto menos cagados que tu.

...... Obvio, por eso yo voy a un psiquiatra y me psicoanalizo, es para huevones más cagados como tú o como yo... para cosas .... más - más .... serias ¿no?

....... Eres un imbecil completo... vamos Pedro... me hastié de este pendejo.

....... Adío Pedro, y trátamela bien.

...... Vamos, por favor que no lo soporto...

... Te juro que me relajo manejando, déjame. La magda maneja por la costanera como una loca. Con razón te relaja manejar, si vas como a... oye no, párala que esto no es pista de carreras, nos vamos a sacar la cresta, Magda, te pido por favor que disminuyas la velocidad que nos vamos a matar.

... Oye, por qué los hombres siempre creen que las mujeres manejamos mal. Si fuera Esteban o hasta Gabriel el que maneja rápido te apuesto que no reclamarías nada.

... Magda, si Esteban o Gabriel o el Papa fuera a 140 kilómetros por ahora por la costanera a las 12:30 de la noche, un día sábado, te puedo jurar que iría igual de nervioso. Y tu mejor que nadie deberías saber que lo último que tengo es ser machista.

.... A no?

... No, no sé, no está en mi, ni siquiera lo digo como virtud, no soy machista, no creo que nadie haga algo mejor ni peor por ser hombre o por ser mujer ...

... Entonces eres un ingenuo pos Pedrito ... que quieres que te diga.

.... No te entiendo Magda ... tu crees que las mujeres o los hombres tenemos capacidades, además de la fuerza física claro, por el mero hecho de pertenecer a un determinado género?

.... No es que lo crea, es así, está archi-comprobado, no hay ninguna duda.

... UFFF, no sé si esté o no comprobado pero no se me ocurre nada en lo que un hombre o una mujer puedan hacer algo especialmente bien o especialmente mal por su genero. Te juro que lo pienso y lo pienso y no me viene un sólo ejemplo.

.... Pedro precioso, si eres un niñito chico.

... ¿A si? Porque no soy machista soy un niñito chico.

... No, porque eres un engrupido no más. Porque se te pasa la mano y te pones más papista que el papa. No sé pos Pedro, que quieres que te diga. Creo que ni la más feminista de las feministas - que sabes que no es mi caso - podría argumentar seriamente lo que estás explicando.

La Magda me mira mientras hace ya rato ha bajado la velocidad. Yo también la miro, con un poco de pena y trato de calibrar la voz y el tono con el que le hablo. No quiero parecer enseñándole a ella lo que es ser mujer, pero no se, de alguna manera siento que lo se casi mejor que ella, justamente porque yo lo veo todo desde afuera. Comprometido, claro, pero desde afuera.

Tal vez tenga que ver con que siempre me he relacionado con ustedes de alguna manera como un igual. Que se yo, tratando de comportarme o hacerlas sentir que no estoy compitiendo por ganarme espacios de ustedes sino que tratando de acercarme por sus ojos, a través de sus miradas, y como no son las mías, como no podrían ser, a veces soy como un anfibio que aunque vive todo el día dentro del agua, a ratos tiene que salir a respirar porque o sino se ahoga. Creo que hay algo de eso, de todas maneras, y tal vez justamente por eso es que cada vez trato de salir menos, de quedarme más rato a dentro, porque se que estoy en desventaja, porque aunque lo quiera y lo quiera nunca voy a conocer la sensación de tener un ser vivo latiéndome adentro, no lo sé, creo que ese es el ejemplo más peculiar...

La Magda empieza de pronto a disminuir más y más la velocidad. Está callada. Se detiene al borde de la calle y se cunetea hasta dejar dos ruedas arriba de la vereda. Estamos justo en la esquina de Manuel Montt. Al lado está la parroquia del Universitario Inglés, siempre gris y como tenebrosa. La Magda se saca con cuidado el cinturón de seguridad y se pone muy seria. Yo no sé que pasa, es decir, sé que me va a decir algo importante o que va a tener un gesto que quiere que quede claro, pero

.... Sus dedos toman mi cara con toda la brusquedad de la que es capaz, ( aunque los dos sabemos que no es mucha) y me dice despacio

... porqué no te puedes enamorar de mi huevón.

Yo me quedo helado porque no tengo respuestas, me agarró totalmente de sorpresa... nunca me lo he planteado así, es decir cuando lo he hecho ha sido en forma, como decirlo, más general, no referida a ella en especial sino a mi imposibilidad genérica y amplia de enamorarme de nadie, o de permanecer enamorado un tiempo razonable. Pero eso ella lo sabe, lo sabe hasta mejor que yo y sé que no podría soportar una disculpa tan burda. La comprendo, se exactamente que no me está preguntando porqué no me puedo enamorar en términos amplios sino simplemente porqué no me he enamorado de ella. La Magda está hermosa y aterrada, me mira a los ojos sin despegármelos ni un segundo, tratando de mantener el tono de ultimátum, aunque se que por dentro se está demoliendo entera, que lo que yo le conteste la va a afectar mucho, pero todavía no se a donde va. La conozco demasiado bien como para que creer que me está presionando o que quiere que le conteste que si la amo, o que podría amarla o que tal vez con el tiempo ... no, ella quiere saber porqué el Pedro de hoy, este que la mira no la ha podido amar, y esa es una posición tremenda, porque la implica a ella y me implica a mi y a su manera de ver las cosas y a mi manera de ver las cosas, pero por qué ahora?, ¿Qué importancia real puede tener?

Le tomo las manos, rígidas y metidas entre sus rodillas y con cuidado comienzo a besar sus dedos, su palma, a sentir en mi cara esa tibieza tan rudimentaria de su piel. Trato con todo mi corazón de decirle que si es importante para mi, que me costaría entenderme sin ella, que...

La Magda cierra los ojos por un segundo y parece entregarse a mi gesto, pero los abre rápido y en su mirada puedo ver un poco de rabia con ella misma. Me quita las manos con suavidad y vuelve a mirarme con calma, esperando. Por favor, contéstame, sabes que es importante. Sabes que no te haría una pregunta así si no lo fuera.

Cresta. Por qué con la Magda me pasa siempre lo mismo. Hace un instante era ella la descompuesta, la suplicante y de repente me veo abrazado a su cuerpo y llorando como un niñito chico. La Magda siempre sabe como conseguirlo.

No lo sé. Te lo juro, no lo sé... me trato de limpiar las lágrimas con la manga y la Magda saca un pañuelo de papel de su cartera y me lo pasa. ¿Tienes alguna noción de como te amo yo a ti? Me dice con tranquilidad.

Yo siento que la cabeza me zumba. Esto no es justo, la Magda no me puede estar diciendo esto a mí, por la cresta, no.

Sus ojos clavados en los míos me hablan de tantas y tantas cosas que no soy capaz de enfrentarlas juntas. Me repongo un poco y suelto la única idiotez que se me viene a la cabeza... Habría jurado que todavía estabas enamorada de Esteban.

La Magda se enoja, se pone seria y me empieza hablar desde más lejos mientras saca un cigarro de mi guantera y lo prende. Me tiento a decirle que hace años que no fuma, pero me parece que sería seguir cagándola así que simplemente la escucho.

Te das cuenta como eres de tonto, de idiota... que no tienes idea de como somos las mujeres, de como sentimos, de como nos entregamos. La Magda me está dando manotazos suaves que me conmueven. Su voz es una mezcla de desesperación y ternura que se me va clavando por partes del cuerpo que no sabía que existieran.

¿Sabes hace cuanto que no duermo con Esteban? Meses... ya ni me acuerdo cuantos. No, si me acuerdo, ¿sabes desde cuando? Casi exactamente desde ese día que me quedé en tu casa y metidos en la cama nos quedamos conversando tanto rato que se nos olvido hacer el amor y despertamos como a las dos de la tarde y tu me trajiste desayuno y me fui a la ducha y después tu me secaste el pelo con el secador y me fui a comer a la casa de mis viejos con esa sensación irrepetible de... de haberme enamorado huevón, de haberme enamorado de ti. ¿Como puedes ser tan ciego Pedro, por la cresta?

La Magda llora sola. Trato de hacerle cariño en la cabeza pero me da un manotazo. Soy una imbécil, así de simple, la tonta pensando en que me podías llegar a querer sí te daba tiempo, sí te daba espacio, sí...

Miro a la Magda anonadado, como durmiendo, ella está tan frágil que me cuesta reconocerla. Imagino a esa mujer en mis horas y calza. ¿Como podría no calzar? Pero puta, ¿si me equivoco?, ¿Si no sé hacerlo’, ¿si hago las cosas mal?

Vamos a tu casa Pedro, ¿ya?

No sé si sea buena idea, creo que tal vez deberíamos esperar unos días y conversar.

¿Conversar de qué? De tus rollos, de tu falta de compromiso, de tus miedos. Para eso pide hora en mi consulta, con tu plan puedes conseguir que la Isapre te devuelva hasta 20 UF’s al año por consultas psicológicas.

Puta Magda, estoy tratando de hacer las cosas bien, ¿no te das cuenta? ... Estoy tratando de no hacerte daño.

... Y yo te estoy diciendo que soy una mujer grande, que sé cuidarme sola y que quiero dormir contigo, pasar el fin de semana a tu lado, que me hagas el amor sabiendo que yo te amo, sin que te puedas hacer el idiota. ¿Creo que he sido suficientemente clara, no? Si no quieres, perfecto, pero no me digas que es por protegerme, de esa parte me preocupo yo.

Sabes que pasa Magda, creo que no es cierto, que de esa parte no te preocupas tú, creo que las mujeres nunca se preocupan hasta que llega el momento de los reproches. Hasta que llega el momento de buscar culpables.

Perfecto, ¡Anda a dejarme a mi casa! La Magda se baja del auto y da la vuelta. Camino por la calle, espero que ella esté dentro y cierro su puerta. Luego me arrastro hacia el lado del conductor, prendo el motor y parto.

¿Dónde vamos? A mi casa, contesto ¿Estás seguro? No, para nada, pero se supone que tengo menos que perder, que eres tú la frágil aquí, la que está en peligro de ser utilizada por un hombre malo e interesado.

No te pongas pendejo Pedro, no te queda. La Magda se acurruca en mi hombro mientras manejo. Con la cabeza roza mi cuerpo, se acurruca, se estira. En una luz roja Magdalena me mira y me dice sonriendo. Dame un beso. Me inclino para besarla y me doy cuenta que no recordaba lo dulce que son sus labios.

¿Quieres algo de comer o de tomar? La Magda me mira con unos ojos repletos de miedo, pero está contenta. No, no quiero nada me responde y me tira contra el sofá entre cosquillas. Siento como mis manos poco a poco encuentran la piel blanca de la Magda, que se despoja de las prendas de a poco.

Por un minuto nuestros cuerpos se separan. Como una pequeña pausa que avecina una embestida mayor, miro a la Magda y le digo al oído. Tenemos mucho tiempo para estar juntos. Te importaría si hoy sólo dormimos abrazados. La Magda me mira con ojos de duda. ¿Cuánto es mucho tiempo para ti?, ¿Hasta el Domingo en la noche? ¿Hasta el lunes en la mañana?

Me siento atacado por un instante, pero me doy cuenta que la Magda tiene derecho a hacerlo, derecho a defenderse de cualquier ambigüedad, por lo que la tomo por la cabeza, la miro a los ojos y le digo despacio. No sé cuanto sea mucho tiempo, pero no hay plazos. Me encantaría decir que eso es siempre, pero no lo sé, espero que algo parecido.

La Magda me mira y se acurruca nuevamente en mi pecho. Siento la humedad de las lágrimas y el aliento cálido que se escapa de su boca. Te quiero, le digo, y ella no dice nada, sólo me mira.

2 comentarios:

Nadiezhda dijo...

uffff, me dio pena, dejalo así, pena. nada más por hoy. Mañana seguiré la lectura.
Me voy a dormir.
saludos

Paulilla dijo...

me faltaba este cuento... siempre leo en desorden cuando se trata de cuentos!

diste en el clavo con la descripción que puedes dar de mí. Prácticamente doy pinceladas de mí cada vez que escribo y con total sinceridad.

Mi meta es lograr conocerme y manejar mis emociones conciente e inconcientemente.

En este cuento descubrí que todas pasamos por esa situación amorosa, ya sea en el papel de la Magda o del Pedro. Yo he estado en ambas.

Sentimientos recíprocos hacia tí... me caiste bien.

Te sigo leyendo!
Besos.